Friday, July 21, 2006

Del amor y otros milagros



Hoy me quedé pensando en el amor y sus poderes causales. He terminado al fín un texto muy largo sobre Fichte y la fundamentación del derecho en la naturaleza humana. Particularmente en la naturaleza y desarrollo de las capacidades cognitivas humanas, como la ascripción de creencias, deseos y otros estados mentales. Resulta que explicar cómo es que, después de suficiente tiempo, todos terminamos por tener teorías sobre la vida mental de los demás es algo complicado. Yo, por ejemplo, creo que un montón de gente cree que yo creo que ellos tienen creencias. Pero están equivocados. Yo creo que ellos, como yo, no creen nada.

Explicar esto, como decía, es terriblemente complicado. Es exactamente igual que explicar cómo es que, sin ejercer capacidades lingüísticas previas, terminamos por hablar (todos) eso que (todos) llamamos 'lengua materna'. Así las teorías y chismes sobre los demás y nuestra capacidad de contarlos corren en paralelo.

El amor me vino de sorpresa, cuando leía un ensayo maravilloso de Mark Stocker llamado "The Schizophrenia of Modern Ethical Theories". Resulta que, señala el siracusano, la mayoría de nuestras teorías éticas están de cabeza. Toman, primer error, como lo más importante a la justificación racional por encima de la motivación emocional. Siendo la ética una teoría de la acción y ésta resultado de la motivación, el error se siente craso.

En segundo lugar, confunden las causas por los efectos. Así en lugar de tomar al amor como la causa de una acción moralmente encomiable, la toman como la consecuencia de acciones (sin decir cuáles sean) moralmente encomiables. Esto resulta, entre otras cosas, en que cuando se hacen acciones por cumplir con el deber que no resultan en hermosas y virtuosas consecuencias, como el amor, lo que se termina por desechar es la consecuencia buscada (e.g. el amor) y no la inútil búsqueda del deber por el deber.

La esquizofrenia radica, se dice, en la disociación entre la teoría ética que el individuo pretende seguir (o le dicen que siga) y las motivaciones que él mismo, en su intuitiva búsqueda por la buena vida, quiere seguir. El resultado, como todos conocemos, es un montón de frustrados que, sin importar la buena calidad de sus vidas, jamás la disfrutan.

Pero esto fué sólo la entrada. Lo demás me llegó, como decía, por la fundamentación racional del derecho. Y es que resulta que para que un ser humano madure cognitivamente es necesario establecer límites de convivencia con él: éstos límites se antojan como provenientes del derecho. Pero a mí se me antoja que los meros límites no son suficientes. Se me antoja, por ejemplo, que también es necesario algo de intervención, eso que, sin saberle mucho, llamamos 'amor': paterno, materno y fraternal. Sin ello, creo, no es posible crecer!

Por crecimiento no me refiero al 'espiritual'. O quizás sí y entonces lo que aquí descubrimos es que 'lo espiritual' es el desarrollo cognitivo-psicológico que nos convierte en exasperantes máquinas de pensar, decir, sentir y hablar. Es decir, el amor, como instrumento de eficacia causal, es tal que termina por darnos competencia lingüística y psicológica. Eso que nos convierte, pues, en lo que somos.

Pero no sólo y es que además de humanizarnos desde pequeños, de convertirnos en esos hombres libres y entes morales que tanto admiraban Rousseau y con él Kant, el amor también se convierte en nuestro medio ambiente. Se convierte, por ejemplo, en el hogar que los amantes de la foto han perdido entre el fuego incesante de las colinas californianas.

Como todo en la naturaleza, hay problemas con los excesos, atrofia e hipertrofia, mucho amor y poco amor pueden dañar un tanto. En este caso me atrevo a contradecir a Aristóteles y afirmar que la falla en el exceso es infinitamente mejor que la falla en la carencia. Siempre será mejor ser un malcriado que un criminal. Eso sí, siguiendo al estagirita, lo más virtuoso es el punto medio. Porque si no luego se dan de topes con el mundo. A mí, por ejemplo, me dieron un montón de amor. Por consiguiente luego me pasa lo que a Oliveira:

"que como siempre me costaba mucho menos pensar que ser, que en mi caso el ergo de la fracesita no era tan ergo ni cosa parecida"