Friday, May 29, 2015

De buitres a buitres

Se sabe que los buitres son aves rapaces, falconiformes dicen por ahí, que se alimentan principalmente de carroña. Muere un animal y el buitre se lo desayuna.

Se sabe, también, que los buitres son seres humanos que se florecen a costa de la muerte de otras personas. A diferencia de las aves falconiformes, los buitres humanos son altamente engañosos y dañinos. En primer lugar, no tienen una fisiología determinada. No es posible ver a alguien en el rostro e identificar un buitre. En segundo lugar, a diferencia de las aves, los buitres humanos no se alimentan de los muertos, sino de la vida que dejaron los muertos en su camino. Por ejemplo, se llevan la cafetera que dejo el muertito, sin pagarla, el seguro de vida, sin pagarlo, o el restaurante, también sin pagarlo.

Dada la gran complejidad de los humanos es posible encontrar entre ellos un segundo tipo de buitre. Se trata de un humano igualmente rapaz que no tiene presente en su mente su rapacidad. Estos buitres humanos suelen ir en busca ya no de los bienes materiales dejados por el difunto, sino de los demás seres humanos que han quedado en el camino.

Estos buitres se alimentan de la vida, por paradójico que resulte, que ha resultado de la muerte o de un gran dolor. Su accionar puede cubrirse de múltiples mantos, pero siempre va al mismo punto. Asume, de entrada, que el sobreviviente es una suerte de discapacitado. Ha quedado ahí, sólo, y necesita ayuda. Decide sin consultar a nadie, segundo paso,  que remplazará a los difuntos cumpliendo sus papeles.

En consecuencia, pasa la vida, los años o meses necesarios, asumiendo una relación de dependencia asimétrica entre él (el buitre) y el sobreviviente. De ahí que cuando el sobreviviente decide poner un alto el buitre se ofende. Hacer algo sin el dictado rapaz resulta, obviamente, en un insulto, un acto de ingratitud ante alguien que ha entregado su vida por el discapacitado.

La respuesta rapaz es obvia y razonable. El buitre parte de la presuposición de que el sobreviviente es un discapacitado, ergo, incapaz de decidir correctamente, incapaz de guiar su vida correctamente, incapaz de ser feliz por sí mismo. De manera que, haga lo que haga, cometerá un error, más aún si lo que hace es alejarse del amable buitre. Todo lo cual vuelve más insultante el acto de sublevación del sobreviviente, prefiere joderse la vida a reconocer al buitre que tanto lo ha protegido y cobijado a lo largo de los años. Acto seguido, el buitre muerde, rasguña, desgarra. No puede permitirse reconocerse como buitre, no puede aceptar que el discapacitado no lo era tanto. Inimaginable pensar que su paracitismo nunca fue solicitado.

Resulta recomendable tener en claro la taxonomía rapaz. No vaya a ser que nos topemos con un buitre de esos que se envuelven en el manto del salvamento de los pobres y necesitados. O, peor aún, no vaya a ser que nos convirtamos en uno de ellos.


Thursday, May 28, 2015

El interés de la argumentación

Hoy Florencia me enseñó con toda claridad por qué las exigencias filosóficas puramente teóricas, desapegadas de cualquier interés práctico, son absolutamente inanes. Aquí mi manera de exponer la lección.

En sus Tropos Agripa nos ofrece el siguiente trilema:

1) Toda creencia tiene o no justificación.
2) Si no la tiene es inaceptable.
3) Si la tiene la justificación misma tiene o no justificación.
4) Si no la tiene es inaceptable, volviendo inaceptable a la creencia original.
5) Si la tiene, esa segunda justificación tiene o no justificación.
6) Si no la tiene es inaceptable.
7) Si la tiene puede ser o bien que haya una tercera justificación o bien que se justifique en una justificación anterior o en la creencia original.
8) Si hay una tercera justificación, caemos en un regreso al infinito.
9) Si se justifica en una justificación anterior o en la creencia original, caemos en un razonamiento circular.

Conclusión: Nuestras creencias necesariamente son:

Opción 1: inaceptables, por carecer de justificación;
Opción 2: inaceptables, por dar lugar a un regreso al infinito; o bien
Opción 3: inaceptables, por incurrir en un razonamiento circular.

Pase lo que pase, nuestras creencias son necesariamente inaceptables.

Más allá de cómo debamos entender el trilema, es claro que podemos plantear el siguiente contratrilema.

1) Toda exigencia de dar una justificación es una petición que tiene o no justificación.
2) Si no la tiene es una exigencia inaceptable.
3) Si la tiene la justificación misma de la exigencia tiene o no justificación.
4) Si no la tiene es inaceptable, volviendo inaceptable a la exigencia original de dar justificación.
5) Si la tiene, esa segunda justificación tiene o no justificación.
6) Si no la tiene es inaceptable.
7) Si la tiene puede ser o bien que haya una tercera justificación o bien que se justifique en una justificación anterior o en la exigencia original de dar justificación.
8) Si hay una tercera justificación, caemos en un regreso al infinito.
9) Si se justifica en una justificación anterior o en la exigencia original de dar justificación, caemos en un razonamiento circular.

Conclusión: Nuestras exigencias de dar justificaciones necesariamente son:

Opción 1: inaceptables, por carecer de justificación;
Opción 2: inaceptables, por dar lugar a un regreso al infinito; o bien
Opción 3: inaceptables, por incurrir en un razonamiento circular.

Pase lo que pase, nuestras exigencias de dar justificaciones son inaceptables.

Moraleja: ni las justificaciones ni las exigencias de dar justificaciones, tienen sentido por sí mismas. Lo mismo sucede con los argumentos, las razones, las pruebas y las teorías. Si no tenemos en claro cuál es el interés práctico que buscamos, todos nuestros argumentos, objeciones, razones y explicaciones serán inútiles.

Ni en filosofía, ni en ética, ni en política, ni en derecho hay nada que se sostenga con independencia de algún interés práctico. El desinterés, la objetividad, la imparcialidad y la neutralidad no son sino máscaras al servicio del autoengaño.


Wednesday, May 27, 2015

Los Grondona

Aquí un cuadro de familia.

Julio Humberto Grondona presidió la Asociación del Futbol Argentino durante más de 25 años, alguna dictadura y varios presidentes de por medio. Entre otras cosas, creó su propio equipo de futbol, el Arsenal de Sarandí. Humberto Grondona, su hijo, presidente de Arsenal, es hoy día director técnico de la selección Argentina de Futbol sub-20.

La semana pasada Grondona hijo, en respuesta al desastre deshumanizante del Boca - River, afirmó:

"Si mi viejo estuviese vivo, el partido hubiese seguido a las 48 horas".  [ver]


Hoy, sabemos, el departamento de justicia yankee detuvo con su largo brazo a  siete altos funcionarios de FIFA investigados por fraude y lavado de dinero. En respuesta a esto, Humberto Grondona hijo declaró en una entrevista al diario Clarín:

"No me sorprende. Por lo que hablé en su momento con mi padre, sabíamos de ciertas irregularidades que se habían sucedido con las elecciones de las ciudades para el Mundial". [ver]

Unas horas más tarde, el departamento de justicia yankee se encargó de aclararnos por qué a Humberto Grondona hijo no le sorprende la noticia:

"La fiscalía estadounidense, que golpeó hoy duramente a la FIFA, acusa en su informe a Julio Humberto Grondona de haber recibido en 2013 quince millones de dólares de coima por la comercialización de las Copas América de 2015, 2016, 2019 y 2023." [ver]

¡Qué bonita familia! 

Sunday, May 24, 2015

Juego, ficción y deshumanización

Hace poco más de una semana sucedió lo inimaginable. A punto de comenzar el segundo tiempo de un partido de futbol, un grupo de fanáticos destruyó una reja y un tunel protector para atacar con gas pimienta a los jugadores del equipo enemigo.  Los jugadores afectados presentaron quemaduras en piel y ojos. Minutos después, sucedió lo inesperado. El árbitro del partido no sabía si suspender o no el juego. Treinta minutos después sucedió lo increíble. El árbitro seguía sin saber si suspender o no. El presidente del equipo contrario entró a la cancha a ver a sus jugadores. El director técnico el equipo local corrió indignado a la cancha. Después de mostrar que tiene suficientes pectorales y biceps para golpear al presidente del equipo contrario ordenó a su equipo tomar su lugar en el campo de juego a listarse para jugar.

Una hora después de lo inimaginable sucedió lo más triste, deleznable, repugnante y ofensivo. Al fin se dieron cuenta de que no se puede jugar el futbol (o a cualquier cosa) si consideras que tu integridad física (no se diga moral) está en peligro; menos aún si tu vista y tu salud en general están comprometidas. Pero aún después de tomarse una hora en darse cuenta de que, en efecto, no se puede jugar gaseado, los jugadores del equipo local seguían sin darse cuenta de que los quemados y ciegos eran seres humanos. Noventa minutos después de lo inimaginable el equipo atacado seguía en el campo porque no tenían garantizado que al salir no los fueran a golpear. Los fanáticos seguían en las gradas, arrojando proyectiles en su contra. Y después de todo, después del ataque, después de la duda, después de la ofensa, el equipo local decidió no acompañar al equipo ofendido en su camino a los vestidores. Al contrario, se quedaron en el campo a felicitar a sus fanáticos, pues hicieron un gran papel.

Lo que sucedió en la bombonera la noche del jueves 14 de mayo de 2015 fue una muestra de la gran facilidad con la que los seres humanos son capaces de deshumanizarse deshumanizando a los otros. En cualquier situación un ser humano busca ayudar a otro que ha sido atacado, golpeado, quemado o lastimado. Uno se cae por la calle y otro lo levanta. Uno tropieza con la bicicleta y otros detienen el tráfico. Esto simplemente no sucede cuando el contexto es tal que se asume que el otro es otro, no un ser humano, sino un enemigo, un opositor, un obstáculo para la felicidad de uno. Éste, normalmente, es un contexto que no debería existir aunque constantemente se repite, supongo, en una guerra.

La pregunta es, ¿por qué sucede en un campo de juego? ¿Acaso será que no nos alcanzan las neuronas para distinguir entre un juego y la realidad que lo sustenta? ¿Acaso tenemos el cerebro tan lleno de pasta sin textura que no podemos si quiera deternos y pensar un segundo que los que juegan son seres humanos y no, digamos, soldaditos de plástico que podemos patear, arrastrar e incluso incendiar sin mayores consecuencias?

La incapacidad de distinguir la ficción de la realidad es una marca característica de subnormalidad cognitiva. Pero también lo es de subnormalidad moral. Una vez que resulta aceptable gasear al oponente y aún así esperar que el juego siga nos hemos inscrito en la parte más oscura de la historia de la humanidad, esa parte que permite torturar en nombre de dios, fabricar genocidios en busca de la tierra santa, de la pureza de espíritu, la homogeneidad social o simplemente para evitar una derrota en casa ante el más acérrimo de los enemigos en un partido de futbol.

La deshumanización no pasa sólo por quitarle al otro sus rasgos más humanos, sino también, y principalmente, por inventarse uno mismo una ficción igualmente deshumanizante que lo convierte a uno mismo en un monstruo ciego, sordo, estúpido y brutal capaz de hacerlo todo por ganar.

Friday, May 22, 2015

Agua

Ciudad Universitaria, Las Islas, mayo 22, 2015

Hoy sucedió algo fuera de lo normal, signifique eso lo que signifique.

Minutos antes de las 8 am llegaron, acomopañadas por vehículos de "seguridad UNAM" de la DGSG, al menos siete pipas de agua, con capacidad de entre diez mil y veinte mil litros, a vertir su contenido completo sobre el parque de las islas, en el campus central de Ciudad Universitaria.

Todo sucedió en cosa de minutos mientras llovía, con el cielo repleto de nubes, a la vez que los aspersores automáticos del parque regaban el pasto que ya estaba inundado por las lluvias de anoche.

Y como si esto no fuera suficientemente extraño, todas las pipas tenían pintado en ambos costados el lema "AGUA POTABLE. Al servicio exclusivo de la Delegación (              ). Prohibida su venta". Todas y cada una de las pipas tenía tapado el nombre de la delegación a la que sirven con falsa exclusividad con cartulinas que poco a poco perdían su batalla ante la lluvia.

Sigo sin formarme una explicación minimamente aceptable de lo que pasó.


Tuesday, May 05, 2015


 A veces los cambios requieren malabares,
riesgos.

Copilco, México D.F., mayo 2015

Monday, May 04, 2015

Problemas metafísicos de la vida ordinaria

La invención de la propiedad privada es un tema muy gastado ya en occidente. Desde todos los puntos de vista. Menos el más básico y, por ende, importante: el metafísico. Se le critica y alaba desde la moral, la política y la economía. No falta quien hable, a favor y en contra, desde el nicho mismo de la psique. Pero pocos suelen discutir lo problemática que es metafísicamente la noción misma.

La propiedad privada no es una propiedad de las cosas. En su mejor cara es una relación que guarda una persona (individual o colectiva) sobre una cosa. No hay nada en ese auto, esa casa, o esa pirámide, que explique por qué le pertenece a Juan, Pedro o a México (otra entidad dudosa cuya discusión dejaré para después). Lo que hace que un auto sea propiedad privada de una persona es la relación que guarda el auto con la persona.

No enunciaré las características obvias de esa relación. En algunos casos basta con que la persona sea la usuaria ordinaria de la cosa. En otros casos hace falta que se escriban documentos, rubricados por alguna autoridad. De manera que no hay una única relación mediante la cual un objeto se vuelve la propiedad privada de alguien. Muchas relaciones cuentan. Al final del día, lo decide la fuerza. Ya sea la de poseer (si las dimensiones físicas lo permiten) el objeto codiciado, o la de garantizar la posesión (si la fuerza pública lo permite). En cualquier caso, la relación resulta de una mera estipulación.  Es algo que esperamos resulte por el mero hecho de que lo esperamos. Volver algo la propiedad privada de alguien no es resultado de un proceso natural sino, más bien, de algo semejante a los actos realizativos o performativos de habla de Austin. Así como de hecho prometemos ir al cine al decir "prometo que iré al cine", de igual manera (si contamos con la autoridad y fuerza apropiadas) convertimos en propiedad privada un objeto al decir "esto es la propiedad privada de Juan".

Creamos propiedad privada como Borges creaba personajes de ficción. Esto puede parecer insensato, pero supongo que de alguna manera ayuda a tener una convivencia sana entre las personas. Dejémoslo ahí.

Aún así, parece requisito indispensable, para el uso mágico de la estipulación de propiedad privada, que se tenga una idea clara de qué es el objeto al que envestimos como propiedad relativa a alguien. Una casa específica, con una ubicación espaciotemporal específica, es un ejemplo paradigmático. El objeto empieza aquí y termina allá. Estos zapatos particulares. Este auto que está aquí y ningún otro. Esa mesa.

Lo extraño es que, desde hace ya unos buenos años, nos heos inventado una noción de propiedad privada que simple y llanamente no tiene límites: los supuestos derechos de autor. No se sabe bien por qué los autores tienen derechos. Tampoco se sabe por qué no les basta, para satisfacer sus derechos, con que su obra tenga la atención y el reconocimiento de los demás (en ocasiones, millones de reconocimientos y atenciones). Lo cierto es que hemos caido en la práctica de envestir con el velo de la propiedad privada a objetos que no entendemos muy bien y no sabemos cómo delimitar. Peor aún, objetos que, según entendemos, es imposible delimitar.

Tomemos el caso de las obras musicales. Pepito se siente a escribir en el pentagrama. Después de meses (quizás años) logra plasmar en 5 páginas su más reciente creación. Y eso que creó es suyo. No se sabe bien por qué es suyo, pero podemos suponer que lo es porque lo creó. ¿Qué creo? Creó algo que se puede repetir, reproducir, ilimitadamente. Una y la misma canción podrá ser escuchada una y otra y otra y otra y otra... vez. Pero una cosa es lo que creó y otra cosa son las ilimitadas reproducciones de esa cosa. La novena de Beethoven se sigue reproduciendo mucho tiempo después de su muerte. Ciertamente, Beethoven no creó las reproducciones de su obra.

Pero entonces, ¿de dónde viene la estupida idea de que un autor tiene "derechos" sobre todas las reproducciones de lo creo? Ésta es una idea simple y llanamente absurda (además de estúpida). Supongamos que Platón fue el primero es presentar explícitamente el tipo de argumento que hoy día conocemos como "argumento a la mejor explicación". Platón se sienta durante meses, lo describe en sus diálogos y, de esa manera, lo crea. Se trata de un tipo de argumento que se puede ejemplificar de mil y un maneras. De hecho, se ha ejemplificado de mil y un maneras. Lo han usado los filósofos, pero también los teólogos y hasta los físicos. Es el argumento de Copérnico para defender el heliocentrismo, el de Aristóteles para rechazar a Platón, el de Newton para instaurar la mecánica clásica y el de Einstein para rechazarla. Todos estos usos son reproducciones del argumento de Platón. ¿Acaso no deberíamos pensar que Platón tenía derechos de autor sobre el tipo de argumento?

"No es así", responde el conocedor de la infamia: los derechos de autor tienen fecha de caducidad, supongamos 50 años después de la muerte del creador. Pero esto obliga a preguntarse, ¿por qué tiene ese límite? No importa cuanto tiempo pase, Platón sigue siendo el creador del tipo de argumento. Respuesta: por que sus poderes de apropiación no son ilimitados ni se dan sólo en virtud de haber creado el argumento. Los límites de los derechos de autor se dan en función de las necesidades de sobrevivencia de los autores. Inventamos los derechos de autor para garantizar que los autores vivan de sus creaciones.

Supongamos que esto es así, entonces debemos preguntarnos algo más: ¿cuántas reproducciones necesitamos para garantizar la supervivencia de los autores? ¿realmente son los autores los que sobreviven, o bien viven, gracias a sus "derechos"? Supongamos que la canción de Pepito se reproduce masivamente.  Un millón de reproducciones en un mes. Démosle a Pepito un peso por cada reproducción. ¿Necesita más dinero Pepito para sobrevivir? Supongamos que Pepito escribe dos canciones por año. ¿Acaso no basta con pagarle, digamos, las primeras cien mil reproducciones? ¿El primer millón?

Los derechos de autor rebuznan. No basta con eso. El autor es autor de todo, la obra musical y sus reproducciones. Aunque sean ilimitadas.

Pero esta respuesta es simplemente inconsistente. Si se es dueño de todas las posibles reproducciones, entonces le debemos una fortuna incuantificable a Platón. Si se ponen límites decentes y arbitrarios de años (para evitar pagarle a Grecia lo que se le debe por Platón y Aristóteles), entonces tenemos que poner límites decentes y arbitrarios de reproducciones. Nadie necesita tanto para sobrevivir.

O tomamos una postura o la otra. O tenemos derechos sin límite de tiempo y reproducciones o los tenemos con límite de tiempo y de reproducciones. No hay un punto intermedio que no sea una ridícula e indefendible contradicción.

De ahí que resulte tan aberrante y estúpida (ya no se diga inmoral e injusta) la eliminación de medios para compartir reproducciones de lo que se quiera: libros, música, películas, fotografías, ideas, textos y hasta chismes. De ahí que resulte tan subnormal, subhumano y retrógrado que hace cosa de unos días desapareciera grooveshark y hace más días piratebay, gigapedia y tantas más. La defensa de la irracionalidad siempre ha sido nuestro fuerte en occidente. Vamos bien en esa batalla.


Friday, May 01, 2015