Monday, March 31, 2014

Las Islas, C.U., México, D.F., marzo 31, 2014.

Friday, March 28, 2014

Las Islas, C.U., México, D.F., 15 de marzo de 2014.

Monday, March 24, 2014

Saturday, March 22, 2014

Institución Humana

Después de mucho pensar y ver. Después de muchas y más frustraciones sobre el proceder humano en las instituciones. Después de ver, con un afán compulsivo a la repetición, cómo los argumentos se retuercen, estiran y quiebran para defender los intereses personales como si fueran valores universales. Después de ver cómo el que grita vence y el que calla se aleja. Después de cuatro años o más en la academia, llego a las siguientes conclusiones que, sospecho, son generalizables a cualquier institución humana.

1) A la academia le resulta intrínseca la indecencia o, como dicen en mi barrio, el olor a mierda, el proceder deshonesto y engañoso;

2) Para dar cuenta de ese afán coprológico, sólo hacen falta dos tipos de ingredientes:

- La inseguridad personal de los miembros y su consecuente accionar egocéntrico y narcicista; y

- La cobardía de los demás que temen señalar los afanes coprológicos de otros porque temen reconocer esos mismos afanes en casa.

Resultado: un hermoso mecanismo circular de excresión pública. Las instituciones.

Tuesday, March 18, 2014

Santa Fe desde Copilco, D.F., marzo 17, 2014.

Sunday, March 16, 2014

Circuito Escolar y Cerro del Agua, Ciudad Universitaria, D.F., marzo 16, 2014.

Saturday, March 15, 2014

La banalidad del elitismo

Hace ya un par de semanas falleció Luis Villoro, a los 91 años, después de catorce libros, tres hijos y  varios matrimonios. Su larga vida tan sólo es comparable a su larga influencia. Fue paradigma del intelectual de estado mexicano y paradigma del intelectual de izquierda opuesto al estado mexicano. Fue un excelente investigador y filósofo, preocupado por sus propias preguntas y sus propias respuestas. Ejerció una autonomía sin igual y una libertad extrema, desembarazándose de lo que fuera cuando así se necesitará. No sólo se fue de un matrimonio a otro, hasta su muerte, sino también de una universidad a otra, de un país a otro y de una ideología política a otra (puntos extremos ambos) sin mucho chistar. Su esperada y nada sorprendente muerte generó revuelo. Mexicanos y no mexicanos de arriba, abajo, izquierda, derecha y anexas, todos se sintieron aludidos. Había que llorar al prócer.

Hace ya un par de semanas falleció Luis Villoro, a los 50 años de antigüedad en la UNAM, con un sueldo de 120 mil pesos al mes; con quince o más años como emérito del SNI, con una beca mensual de más de 26 mil pesos al mes; y con más de veinte años en el Colegio Nacional, del cual podemos esperar un ingreso no menor a 60 mil pesos mensuales. Recibía ingresos superiores a los del Presidente de la República o un consejero del IFE, algo más o menos semejante a los ingresos de un ministro de la SCJN. Murió después de más de diez años de no impartir cursos ni asistir a seminarios. Después de años de ir, un mes no y otro tampoco, siquiera a firmar la nómina de la dependencia para la que supuestamente trabajaba de tiempo completo. Murió, eso sí, después de decir, escribir y caminar como un zapatista de cepa (eso sí, nunca vivir como un zapatista, no había necesidad). Mexicanos y no mexicanos, de arriba, abajo, izquierda, derecha y anexas, todos se sintieron aludidos. Había que llorar al aristócrata.

Desde cualquier punto de vista Luis Villoro era parte de la élite más brillante, protegida y alimentada de la sociedad mexicana. ¿Cómo es posible llegar a tal extremo? ¿Cómo es que llegamos todos a pensar que una persona puede merecer tanto? ¿Qué nos hace pensar que un ser humano cualquiera puede haber hecho tanto, tanto, durante veinte o veinticinco años como para pasar los siguientes treinta (los últimos treinta) cómodamente sentado en su casa como si su existencia misma fuese equivalente a la de cinco o seis personas con las mismas capacidades y los mismos compromisos sociales y laborales? La respuesta es simple: no hay respuesta. Nadie sabe cómo pasa todo esto. Nada nos hace pensar que alguien pueda justificadamente merecer tanto. No hay razón alguna que pueda ni remotamente sustentar todo esto. La explicación es sencilla: esto sucede porque no nos importa, porque nos resulta banal preocuparnos por esto, porque nos resulta natural dejar pasar el río inmenso de los aplausos, las distinciones, los homenajes, los premios, los reconocimientos que poco a poco van construyendo un ego social más allá del control de cualquiera (incluido el individuo mismo).

Luis Villoro fue un producto de nuestra propia incapacidad por cuestionar, un producto que lentamente, peldaño a peldaño, fue creciendo al punto de volverse más concreto y real que las montañas mismas. No había manera de pararlo, ni tampoco interés. ¿Cuántos monstruos más habrá que construimos lentamente, todos juntos, por meramente dejar pasar? ¿Cuántas veces no habremos pensado simplemente que ésto o aquello no importa, que los problemas reales son otros?

El elitismo es una forma de sometimiento, muchas veces autoinfligida. Todos somos menos que Luis Villoro, todos por debajo, porque precisamente todos queremos ser Luis Villoro. Vivimos en una sociedad sexista, clasista y racista porque precisamente así somos, así nos construimos, nos inventamos, nos dejamos pasar sin cuestionar, sin mucho chistar. Ya sea que nos consideremos merecedores de ese elitismo o justicieros que vendrán a poner las cosas en orden, siempre nos encargamos de mantener las mismas distinciones, porque sin ellas no somos, sin ellas no andamos, perdemos nuestra propia narrativa. Tan central nos resulta que consideramos banal, inútil, ridícula, cualquier acusasión, cualquier cuestionamiento, cualquier duda.

Hace unas semanas falleció Luis Villoro. Un ser humano igual que todos los otros billones que habitamos este planeta. Hace unas semanas falleció Luis Villoro, filósofo mexicano que habría de encarnar transparentemente las perversiones de una sociedad colonial, jerárquica y vertical. Sin duda, el problema no es ni fue nunca Luis Villoro, el ser humano. El problema es y será siempre que no logramos distinguir entre el ser humano y la persona inmensa, el monstruo, el gigante que vamos construyendo lentamente: Luis Villoro. El problema somos nosotros, sus creadores. Por eso vamos todos a despedirlo. Nos sentimos aludidos. Hay que llorar, no porque falleciera un individuo satisfecho, con una (o más) vidas por detrás, sino porque se va una parte de nosotros, esa que construimos a pulso, cada día, banalmente, sin chistar.




Thursday, March 13, 2014

Las Islas, Ciudad Universitaria, México D.F.,  marzo 13, 2014

Tuesday, March 11, 2014

Miccaohtli, Teotihuacan, México, marzo 08, 2014

Quetzalpapálotl, Teotihuacan, México, marzo 08, 2014