Wednesday, July 12, 2006

Cómo NO se debe razonar



En un muy apasionante y poco reflexivo texto publicado hoy Miércoles 12 en La Jornada, el caballero Pablo González Casanova hace gala de la forma en que todos deberíamos evitar razonar en estos días de gran pasión. Para muestra el botón que el señor González nos presenta.

“Si razonamos y hablamos con exactitud podemos decir que ésta no es democracia. A lo más es un camino en que si el pueblo se organiza y lucha pacíficamente en defensa del sufragio efectivo, puede lograr que se reconozcan las irregularidades de las elecciones del 2 de julio y que éstas se revisen e incluso que las elecciones se anulen.”
La tesis de González es que lo que se vive en la ciudad de los palacios no es democracia. Lo importante, de nuevo, no es la tesis sino el razonamiento. Según entiendo todo el argumento tiene un solo condicional:

Si pensamos con exactitud entonces esto no es democracia

Por supuesto que, quien no esté convencido preguntará por qué el razonar correcto nos dice que no es democracia. A esto responde González con la siguiente oración:

Para ser democracia habrá que limpiar las irregularidades y revisar o anular las elecciones.

O, si lo traducimos, el argumento nos queda:

Si pensamos con exactitud, las elecciones y resultados son turbios.
Si las elecciones son turbias, los resultados son cuestionables.
Si los resultados son cuestionables, entonces no es una democracia.

Hasta este punto parece que contamos con un argumento muy limpio, un razonamiento que nos invita a limpiar de sospechas las elecciones. Todo sería menos terrible si aquí parara González. Pero no lo hace.

“Más difícil parece que se esclarezcan de tal modo que no haya lugar a dudas sobre López Obrador como el candidato triunfante, y que así lo acepten el PRI y el PAN, la Presidencia de la República, la patronal y las antiguas y nuevas metrópolis de Washington y Madrid, con poderosos aliados y subordinados, y con los "medios de masas" que ya proclamaron su gloriosa victoria.”

Primero resulta evidente la apasionante velocidad con la se escribe el texto. El autor comete el craso error de afirmar que los medios de masas, el Pri, el Pan, la Presidencia, Washington y Madrid han proclamado la gloriosa victoria de López Obrador. Si leen el texto con cuidado verán que ‘su’ al final del texto es anafórico de (i.e. refiere a lo mismo que) ‘López Obrador’ al principio. A menos, claro, de que González hable de la victoria de los medios de masas, la Presidencia, del Pri, del Pan, de Washington y de Madrid. Lo cual le quitaría aún más sentido al de por si ya discapacitado texto. (Queda claro, o al menos a mí me queda claro, que la victoria de la que pretende hablar es la de Calderón. Pero podría haber escrito el nombre en algún lugar no?)

Pero sigamos. González afirma que un verdadero esclarecimiento le da la victoria a López sin lugar a dudas. O con otras palabras que si no se le da la victoria a Lopez entonces las elecciones son turbias. Esto hace de su argumento un patética argucia por esconder una premisa cuestionable. Como resultado su argumento nos dice:

Si razonamos correctamente veremos que López Obrador no ha sido el vencedor.
Si López Obrador no ha sido el vencedor, entonces las elecciones son turbias.
Si las elecciones son turbias, entonces los resultados son cuestionables.
Si los resultados son cuestionables, esto no es una democracia.

Como todos sabemos, podemos con toda corrección saltar del primer condicional al último y nos queda la tesis de González:

Si razonamos correctamente, esto no es una democracia.


Opuestamente a González yo digo que si razonamos correctamente nos quedamos, a lo sumo, con la exigencia de un esclarecimiento. Lo cual no significa, como muchos han creído, que no habrá esclarecimiento hasta que se le de la victoria a uno u otro candidato. Si el esclarecimiento está condicionado a la victoria de López Obrador entonces llamarle ‘esclarecimiento’ no es más que un eufemismo, un subterfugio argumental para esconder las visceras y la pasión bajo la vestimenta de un razonamiento.

Además de que esto por sí mismo es ya un gran error al razonar, que como tal tiene graves consecuencias, González no se detiene y demuestra también una gran arrogancia que por lo visto ya es pandemia. Según entiendo la única manera de saber quién gana es contar los votos. Entiendo también que en todo el país sólo una instancia ha contado todos los votos. Puede ser que no sea así y que ni siquiera esa instancia haya contado bien los votos. Lo que sí sospecho – aunque no me atrevo a afirmarlo – es que nadie más ha contado los votos. Creo que ni el señor González, ni Calderón ni López Obrador lo han hecho. Así que ninguno de ellos, junto con el resto de la humanidad, puede saber quién tiene más votos.

Contar es algo fácil hasta cierto punto. Pero cuando llegamos a los millones y decenas de millones de entidades por contar entonces la tarea se complica. La empresa epistémica de determinar quién tiene cuántos votos no la pueden hacer todos los humanos, ni siqueira todos los mexicanos. Es para eso que los seres humanos han inventado instituciones que, con ayuda de procesadores, se dedican única y exclusivamente a contar millones de cosas. Es para eso también que a dicha institución se le ha concedido una autoridad. La autoridad, si lo pensamos dos veces, no es en este punto política sino fundamentalmente epistémica: el IFE es el que sabe porque el IFE es el que cuenta y contar es aquí la única vía para saber. Que el señor González afirme que el único resultado correcto le da la victoria a un candidato determinado es, en consecuencia, un acto de profunda arrogancia. Nótese que esto es así aún si – como podría suceder – el candidato preferido de González en efecto tiene más votos.

Tantas son las desgracias lógicas del señor González que él mismo se tiende una trampa al cerrar con un broche de oro que termina por encajarse en su propio pecho. Finaliza con una advertencia para todo aquél que, como su servidor, se atreve a no creer lo que él (González) dice:

“Si el razonamiento anterior parece mera retórica o mera "opinión", no lo es. Corresponde a un apremio práctico que podemos hacer efectivo. Afirmar nuestra identidad personal y de grupo y nuestra solidaridad entre diferencias, permitirá construir la alternativa de un mundo posible y necesario.”


Estas líneas me recuerdan a las del filósofo que afirmaba que si alguien lograba encontrar contraejemplos a su argumento entonces lo habría malentendido porque su argumento estaba diseñado para no tener contraejemplos. Pero juguemos. González nos dice:

Si lo que digo parece falaz, no lo es.

Lo cual es estrictamente equivalente a decir

Si lo que digo es falaz, entonces no lo parece.

Habrá que pensar cuál de los dos sienta bien. A final de cuentas no importará porque la manera burda de escribir del señor González lo ha traicionado. Quizás debió haber pensado un poco más y escribir: aunque parezca falaz lo que digo, no lo es. Pero pensar dos veces antes de escribir es algo que, aparentemente, pocos pueden hacer en estos días.

El texto cierra con un grito sectario: ¡corramos todos a afirmar nuestra identidad! Digo sectario porque, supongo, es un llamado para que los seguidores de López Obrador afirmen su identidad. Pues por lo que se ve a González no le parece que los millones de votantes de Calderón hayan afirmado ya su identidad.

Tan fuerte es su grito y con tanta pasión que sus palabras terminan, una vez más, por cerrarle el camino. Nos habla de un mundo posible y necesario. Pero si tal mundo es necesario entonces el mundo en que vivimos ya es ese mundo. Pero de ser así (no me atrevo a conjeturar de qué mundo habla González, porque al paso que vamos igual y se trata de un mundo tan contradictorio que ni posible ni necesario sino imposible) entonces ¿por qué preocuparnos para construir algo que ya está construido?

Finalmente, para quien tenga dudas: no soy panista!
Tampoco soy perredista!
Ni me preocupa que gane uno o que gane el otro, o trucutrú.

Sólo me preocupa evitar que con tanta arrogancia acabemos por descuartizarnos unos a otros. Quizás sería un buen ejercicio para todos nosotros el aceptar con honestidad que, por todo lo que sabemos, hay tanta posibilidad de que gane uno como la hay de que gane el otro.


Nasdrovia,