Monday, October 12, 2009

Confesiones: Proyecto

(sigue)

Inevitablemente tenía que llegar. Un buen día, dejé el cuadrilátero. Me fui lejos. Lo suficiente para empezar a tragar pinole solo y sin aplausos. Como era de esperarse, salí vivo. Uno parece tener esa necia capacidad de siempre salir vivo. Como era de esperarse, también, el resultado generó sorpresa, admiración. Resultaba que el mamón podía seguir de pie fuera de casa. Cuando se está fuera, ninguno de los que se quedan pueden realmente ver la cantidad de caídas que uno sufre, los golpes, decepciones y tropiezos que debe uno soportar. No es difícil comprender tal admiración. Mucho menos de Eduardo, quien se fascinaba siempre por aplaudir. Consuelo, extrañamente, comenzó a exhibir una sensibilidad de una manera nunca antes vista (al menos fuera del ámbito puramente emocional). Sandra, también, aplaudía. Me convirtieron, de la noche a la mañana, en una estrellita.

(continúa)