Los temas del día fueron la exclusión cultural y la destrucción del medio ambiente. Bergoglio parece tener una interesante visión según la cual ambas van de la mano. En su misa ante comunidades indígenas en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, buscó la manera de atar la explotación indígena y la explotación de recursos naturales por medio de las sagradas escrituras y el Popol Vuh.
La conexión resultó fácil y analógica. La esclavitud del pueblo de dios en Egipto se dejó comparar con la de los pueblos indígenas en América. Y así como el Popol Vuh exhorta a reconocer el valor de lo dado, del ecosistema, las escrituras cristianas exhortan a usar las palabras y riquezas de dios para defenderse de la opresión.
La opresión de los faraones contemporáneos se entiende como eliminación cultural con una posterior homogeneidad entre personas. Dicha homogeneidad, de alguna manera no mencionada, tiene como resultado el despojo y desprecio de los recursos naturales. De ahí que los homogéneos occidentales y occidentalizados no-indígenas debamos reconocer el valor de la vida indígena en su reconocimiento del valor de los recursos naturales. Sólo así recuperaremos lo que dios nos dió (este planeta) y evitaremos sumirnos en la peor crísis ecológica de la historia.
Pero todo esto no se hace sino por medio de una revisión de conciencia y un reconocimiento de culpabilidad. Debemos disculparnos con los indígenas naturalistas y recuperar las lecciones de nuestros antecesores, más cercanos al planeta, más capaces de reconocer el valor (divino, suponemos) de la gratuidad.
Cierto. Todo esto es cierto. La exclusión y sometimiento indígena se asemejan mucho, muchísimo, a la esclavitud bíblica del pueblo hebreo. La destrucción cultural y explotación indígena, en toda América Latina (incluida Argentina) ha dado lugar a la destrucción del medio ambiente. Para contener tanta destrucción y recuperar cierto bienestar ecológico, necesitamos reasignar valores a los recursos naturales, aquello que, al parecer, tenemos gratis. También, finalmente, resulta cierto que debemos una larga y sustancial disculpa, así como tenemos por delante una pesada lección.
El problema es que todo esto es vieja noticia. Por favor, que alguien le avise al papa que los bandos ya están definidos. Todos reconocen la verdad de lo dicho (con la excepción de la petición de disculpas). El mundo se divide entre los que creen que esa verdad no importa dos pepinos y los que creemos que no es así. A ninguno de estos bandos le hará cambiar de opinión la homilía indígena del día de hoy.