Wednesday, December 25, 2013

Una colección de egos

Sin duda la historia de los países, de los grupos, de las revoluciones e incluso de la historia misma, es una interesantísima colección de egos. Entre héroes y dictadores hay una inmensa gama de personalidades que se distinguen a veces sólo gradualmente. Pero lo mismo sucede entre personas menos históricas, entre hermanos, entre primos, entre amigos, en familia. Los polos son siempre los únicos definibles.

Tenemos, por un lado,  a los perversos que no hacen realmente perversidad alguna más allá de no tener el menor interés en salvar a nadie más que a sí mismos. Podríamos llamarlos "egoístas" pero no bastaría, porque los perversos quieren hacer historia, quieren estar en las memorias de todos, sus hermanos, primos, familiares, compatriotas, coplanetarios. Están más allá de pensar sólo en sí mismos. Quien piensa sólo en sí mismo, sin con ello pretender conquistar nada, seguramente llevará una vida muy sana. Los perversos van más allá, decía, piensan en un sí mismo inmenso, brillante, conquistador.

Por otro lado, tenemos a los héroes y heroínas. Son igualmente egoístas que los perversos, pero a diferencia de ellos buscan la gloria propia a través de la gloria de los demás. Se autonombran salvadores de la humanidad, el país, la etnia, el grupo, la familia, la casa, el equipo de futbol. Al igual que los perversos, los héroes van más allá de un sano egoísmo. Piensan constantemente en sí mismos, pero de manera aplastante, llevan en sus hombros una carga infinita, densa. El mundo entero, la felicidad de la humanidad, depende de ellos.

Desde hace ya catorce años, un tal Vladimir Putin gobierna Rusia con la impunidad de un régimen dictatorial. En esos catorce años ha renacido la potencia económica rusa (con un crecimiento de más del 70% del PIB!!!!), la potencia militar rusa (generando pavor en Europa y Estados Unidos por igual) y el autoritarismo (declarando ilegal la homosexualidad y, de hecho, la oposición política).  Este muchachón se ha convertido en el perverso conquistador de Rusia, encarcelando a quien se le ocurra cuestionarlo. Pobre perverso! Pasará su vida pensando más en sus enemigos reales y potenciales que en el cafecito  que con todo esfuerzo y lujo le llevan todas las mañanas. Se ha vuelto esclavo ya no de sí, sino de la imagen de sí que los demás tienen.

Hace dos años, un grupo de punk ruso, integrado por cinco mujeres de entre 20 y 24 años de edad, escenificó una protesta contra Putin en la Iglesia del Cristo Salvador en pleno Moscú. Dos de esas integrantes, con un ego normal que mira por si mismo primero sin buscar ningún tipo de gloria, lograron escapar a la policía y huyeron. Actualmente viven fuera de Rusia. Tres fueron capturadas y denunciadas por incitar a la violencia religiosa. Una de ellas salió libre a los seis meses. Las otras dos permanencieron en la cárcel, cumpliendo una sentencia de casi dos años.  Hace unos días salieron libres gracias a una generosa amnistía promovida por el perverso Putin, quien busca conquistar al mundo entero con la organización de los Juegos de Invierno en Febrero de 2014. Al salir, las dos heroínas se lanzaron una vez más contra el perverso, instando "al mundo entero" a boicotear los juegos del perverso.  Una de ellas, la heroína mayor, sostuvo en entrevista publicada por el diario español EL PAIS, el día de ayer: "Mi  liberación es una responsabilidad hacia los presos que recae sobre mis hombros. Sobre todo hacia los presos que quedan aquí y en Mordovia. He adquirido una experiencia única. He madurado y he conocido el Estado desde dentro al ver su maquinaria totalitaria." Pobre Nadezhda Tolokónnikova, se autocondena a la infelicidad de quienes alimentan su egoísmo con el brillo de la destrucción personal a favor del universo.

Hace diez años, un tal Mijail Jodorkovski, entonces dueño de la petrolera Rusa más grande (Yukos), fue arrestado por las fuerzas del perverso bajo la acusación de robo. El magnate había tenido a bien hablar contra la primera reelección de Putin en 2004. Incluso se atrevió a financiar a grupos opositores. Cumplía una sentencia de más de diez años cuando, hace dos semanas, Putin anunción que había aceptado la solicitud de indulto del propio Jodorkovski, quien alegaba que su madre estaba enferma y podría morir pronto. Después de diez años de ser "el reo personal del perverso Putin", Jodorkovski salió libre hace tres días y lo primero que hizo, demostrando que diez años en la cárcel le hicieron notar que se vive más feliz cuando se mira sólo por uno y no por el mundo, fue tomar su avión privado y volar a Berlin. Una vez en Alemania y fuera del alcancce directo del perverso, otorgó una entrevista en la que demostró aún más sanidad mental. Según reporta Rodrigo Fernández en su pieza de EL PAIS, "declaró que no tiene intenciones de recuperar los activos de la desparecida petrolera Yukos ni de luchar por el poder en Rusia." Aplausos querido Mijail, la vida también puede ser simple y placentera. Sobre todo si tienes un avión privado y una residencia en Berlin.

Llevo ya un buen tiempo preguntándome qué tipo de persona me terminé de confeccionar desde que murieron mis padres y hermana. Lentamente veo con más claridad. Veo, entre otras cosas, que esa persona no es mero producto de la tragedia, viene de antes, de muy antes. No sé cuándo se me ocurrió que podía ser bueno, pero me queda claro que se me da eso de ser héroe. Era yo quien alcanzaría la cúspide de lo que fuera, quien conocería el mundo por los demás (como si quedarse en casa no fuera la mejor manera de conocer el mundo), quien conquistaría lo soñado por todos. Por eso me fui lejos a estudiar un doctorado.

Cuando recién regresé a casa después de los funerales, para entonces vivía en Michigan,  pensé dos cosas. Primero, que mis padres y hermana no habían disfrutado la vida por pasarla trabajando. Segundo, que yo tenía la responsabilidad, la tarea, la obligación, yo, yo, yo, de ser feliz por cuadruplicado. ¡Ah! ¡Qué tarea tan inmensa! Yo y sólo yo habría de salvar el honor hedonista de la familia. ¡Qué personaje!

Lo más curioso es que pronto olvidé lo primero que pensé y asumí que no podría haber felicidad sin trabajo. El resultado era obvio. Fui infeliz, eso sí, por cuadruplicado.