Pronto será un año más. Lo dicen las sonrisas. Es fin de año y todos viven intensamente sus fantasías. Todos se miran plenamente, se escuchan, se piensan como si fueran más de lo que son, más de lo que se piensan otros días, otros meses, otras horas.
Somos vecinos, hermanos, tíos, amigos, primos, amantes. Fuimos amantes, somos amigos. Fuimos primos, somos nada. Fuimos vecinos, seamos vecinos. Fuimos colegas, olvidemos el trabajo. Fuimos. Somos. Ni uno ni otro tiene sustancia más allá de nuestra pretensión. Es fin de año, la época de las pretensiones. Se nota al caminar, al descolgar la bocina del teléfono, al cortar la llamada, al dejar el auto y caminar solo a casa. Al ver que todo se mueve pretendiendo no moverse. Se nota.
La soledad misma se irá, para dejar lugar a otra ficción, otra presencia. La compañía llegará y se quedará con una sustancia firme, una ficción sonora, rotunda. Una ficción que se desconoce a sí misma. Una ficción sin límites, sin duración, sin tamaño. Una ficción que puede ser mucho o nada. Otra ficción.
Y seguiremos aquí. El fin de año de acerca. La ficción solía iluminar estos días uno tras otro, hasta llegar al final del invierno. Sin ella, el fin de año se antoja como un carnaval de mentiras que nos alimentan, mentiras que nutren y refrescan.
Descubrimos lentamente la primera lección de madurez: aprender a vivir, respirar, andar, sin ficciones de por medio. Es fin de año. Será un buen propósito de año nuevo.