Cinco años después mientras transitaba lo que sin mucha duda será uno de los periodos más oscuros y solitarios de mi vida, habiendo cambiado por completo de escenario, persona e intereses, con poca o ninguna razón para continuar por el camino con el que años atrás me identificaba, terminé al fin de traducir ese libro importante y sustancial que terminó por ser enorme. Se había acabo el proyecto y la motivación de esa enferma ocurrencia. Naturalmente, le siguió una fuerte depresión. Hasta que tuve una segunda ocurrencia, gradualmente menos patológica: relatar en términos puramente metafísicos, lo mucho que ese libro me había formado en esos cinco años de andar en los que, a excepción de unos cuantos amigos, lo único que permaneció a mi lado fue ese libro.
Noventa y seis páginas, dos cursos de licenciatura impartidos y catorce meses después, mientras transitaba lo que sin mucha duda será uno de los periodos más brillantes y acompañados de mi vida, habiendo cambiado una vez más de escenario, persona e intereses, con ninguna razón para continuar por el camino con el que poco tiempo atrás me identificaba, terminé al fin de escribir un estudio introductorio del importante libro que, al no poder ser importante como el libro, decidió ser sorprendente al presentar lo increíble (la idea central del libro) como algo muy natural.
Hoy, a ocho años de haber comenzado, a tres de haber concluido esa traducción y un año y medio después de terminar la sorprendente introducción, mientras transito el comienzo de una vida adulta feliz y plena, habiendo continuado el camino brillante de la compañía de Florencia, salió a la luz (al fin) el ejemplo concreto de cómo una idea enfermiza puede salvar vidas alcanzando grandes metas. Ahí.
Lewis, D., 2015. Sobre la Pluralidad de Mundos. México: IIFs-UNAM |