Se sabe que los buitres son aves rapaces, falconiformes dicen por ahí, que se alimentan principalmente de carroña. Muere un animal y el buitre se lo desayuna.
Se sabe, también, que los buitres son seres humanos que se florecen a costa de la muerte de otras personas. A diferencia de las aves falconiformes, los buitres humanos son altamente engañosos y dañinos. En primer lugar, no tienen una fisiología determinada. No es posible ver a alguien en el rostro e identificar un buitre. En segundo lugar, a diferencia de las aves, los buitres humanos no se alimentan de los muertos, sino de la vida que dejaron los muertos en su camino. Por ejemplo, se llevan la cafetera que dejo el muertito, sin pagarla, el seguro de vida, sin pagarlo, o el restaurante, también sin pagarlo.
Dada la gran complejidad de los humanos es posible encontrar entre ellos un segundo tipo de buitre. Se trata de un humano igualmente rapaz que no tiene presente en su mente su rapacidad. Estos buitres humanos suelen ir en busca ya no de los bienes materiales dejados por el difunto, sino de los demás seres humanos que han quedado en el camino.
Estos buitres se alimentan de la vida, por paradójico que resulte, que ha resultado de la muerte o de un gran dolor. Su accionar puede cubrirse de múltiples mantos, pero siempre va al mismo punto. Asume, de entrada, que el sobreviviente es una suerte de discapacitado. Ha quedado ahí, sólo, y necesita ayuda. Decide sin consultar a nadie, segundo paso, que remplazará a los difuntos cumpliendo sus papeles.
En consecuencia, pasa la vida, los años o meses necesarios, asumiendo una relación de dependencia asimétrica entre él (el buitre) y el sobreviviente. De ahí que cuando el sobreviviente decide poner un alto el buitre se ofende. Hacer algo sin el dictado rapaz resulta, obviamente, en un insulto, un acto de ingratitud ante alguien que ha entregado su vida por el discapacitado.
La respuesta rapaz es obvia y razonable. El buitre parte de la presuposición de que el sobreviviente es un discapacitado, ergo, incapaz de decidir correctamente, incapaz de guiar su vida correctamente, incapaz de ser feliz por sí mismo. De manera que, haga lo que haga, cometerá un error, más aún si lo que hace es alejarse del amable buitre. Todo lo cual vuelve más insultante el acto de sublevación del sobreviviente, prefiere joderse la vida a reconocer al buitre que tanto lo ha protegido y cobijado a lo largo de los años. Acto seguido, el buitre muerde, rasguña, desgarra. No puede permitirse reconocerse como buitre, no puede aceptar que el discapacitado no lo era tanto. Inimaginable pensar que su paracitismo nunca fue solicitado.
Resulta recomendable tener en claro la taxonomía rapaz. No vaya a ser que nos topemos con un buitre de esos que se envuelven en el manto del salvamento de los pobres y necesitados. O, peor aún, no vaya a ser que nos convirtamos en uno de ellos.