Te vas y me dejas aquí. Nunca más sabrás lo que hago. Nunca más sabrás de mi. No podrás sino sospechar. ¿Por qué traigo el mismo vestido que ayer? ¿Cuántas veces me habrán llamado para buscarme? ¿A cuántas cenas habrás faltado desde que te fuiste? ¿Quienes y cuántas veces me habrán encontrado? ¿Y para qué? Los ves ahí, como delineando el pasillo. ¿No surge la duda? ¿No te interesa saber?
Haz amputado la relación con tus amigos. Será mejor que no te aparezcas más por un tiempo. No es sano que asistas a fiestas. Menos aún que, en una de ellas, encuentres una mirada sonriente y amorosa que te reciba. No. Mejor vete por un tiempo. Hazte olvidar.
Pero yo sigo siendo tu amigo. Ven a casa. No puedo decirte por qué ahora ésta es mi casa. No me preguntes quién trajo la comida, ni por qué no puede recibirte a cualquier hora. Tampoco insistas en saber quién vendrá después, ni cómo; por qué estará aquí, ni cuánto. No quieras saber. No puedes saber. Pero sigo siendo tu amigo. Eso lo sabes.
Te invitamos a cenar en casa. Pero no llegues muy tarde. No podemos quedarnos mucho tiempo. No preguntes por qué. Tenemos un compromiso. Sí. Ellos también irán. No. No puedes ir. Mejor no preguntes. No tiene sentido saber. Además es obvio. Decidiste marcharte. No puedes entrar. No sé por qué. No preguntes. Así es la imaginación colectiva. No se puede estar de mil formas, aunque mil formas se imaginen estar.
¿Qué cenas? ¿Qué invitados? ¿Quién trajo las nueces? ¿Quién la inseguridad? ¿Quién los silencios? ¿Quién la frontera? ¿Cuándo perdieron todos sus nombres para convertirse en "personas de confianza"?
No se puede saber. Nunca más se sabrá lo que sucede. Porque no sucede nada afuera. Porque todo se inventa y entreteje dentro. Porque no hay, en realidad, nada sucediendo más allá de lo que decimos, lo que esperamos, las cenas que fijamos y las charlas que guardamos. Nada. Más allá de esa invensión social de un mundo por encima de las piedras, nada hay.
Nada se puede saber porque lo único sabido es lo inventado, entretejido, por todos. Tu ignorancia, como la de otros antes que tú, te ha dejado en el más puro ostracismo. Más vale que no vayas, no preguntes; que no vengas, que no sepas.
Abraza el escepticismo como tu forma de vida. La más humana de todas, quizás. No se puede saber. ¿Por qué preguntas?