Cuando uno se dedica a rebuscar entre la mente y el lenguaje, a punto ya de terminar los puntos y dejar las disertaciones, inevitablemente recae, redunda. Encuentra poco a poco los límites, nada extraordinarios en realidad, de la lengua y sus usos. La cosa es mucho más sencilla de lo que sugieren las teorías. Sobre todo aquellas que, como las Fregeanas, se basan en mitologías aritméticas idealizantes. La cosa ésta que ahora uso y desuso no es un prístino espejo de reproducibilidad infinita con alcances aléphicos. No. Nada más alejado de la realidad. La cosa ésta que llamamos 'lengua' no es sino un humilde producto humano plagado de quiebres, rupturas, inconsistencias y limitaciones. No se trata de reforzarlo. Se trata de entenderlo.
No hay otra manera de explicar cómo ha de ser cierto esto:
"Esto es una afirmación, no una negación"
¿Será que es y no? ¿Una paradoja más? ¿Empírica, proposicional, teorético-conjuntista? No. No. Nada. Cosa simple. Así funciona.