Hace ya unos años conocí a un profesor de filosofía controversial. La verdad es que más bien era un pinche mamón narcicista. Pero era sano pensarlo como siendo controversial. Lo cierto es que me generaba repulsión. Conocí a algunos de sus alumnos. La mayoría lo seguían, por todas partes y en todos sentidos. Otros no. Mis amigos se encuentran entre los últimos. Los demás, nunca dejaron de idolatrarlo.
Era amado por una sencilla razón: era el mesías. Corrijo. Hablaba, pensaba, preguntaba y actuaba como si fuera un mesías. Era él quien habría de resolver los problemas de la humanidad atacando las preguntas filosóficas. Era él el nuevo Marx. El Marx redomado. Aquél en quien toda esperanza (de los alumnos idólatras) se apostaba. Él, a diferencia de Marx, iba a cambiar el mundo. La revolución lo acompañaría. La liberación de los oprimidos le sucederían. Más de uno cayó en la labia.
Todos hablaban del siguiente libro y de cómo habría de iluminar al mundo: política de la liberación. Hoy estoy sentado frente al nuevo libro, la nueva lumbrera. Es de reciente publicación y viene acompañado por una flamante presentación de solapa (tomada del prefacio) que no deja lugar a dudas sobre el mesianismo del autor.
“Este libro se propone exponer una posible historia de la política, la historia de los pueblos […]
No habría que leer esta historia como un relato más, sino como un contra-relato, como un relato de una tradición anti-tradicional. Como un buscar lo no dicho y lo no investigado en lo ya dicho. El “decir” de la corporalidad sufriente de los “condenados de la tierra” es su punto de partida.”
Estas líneas no son polémicas. Son peligrosas, fascistas, engañosas, propias de alguien que alucina. Fascistas porque presuponen que hay algo así como los pueblos que han trasegado la historia superándola. Como el pueblo alemán, que se levantó de las cenizas de la primera guerra mundial para dar cabida a la segunda. O como la raza española que conquistó, con gran religiosidad, a esos otros pueblos. Los pueblos de los que habla nuestro autor. El nacionalismo es una enfermedad, no importa quién la tenga. Así sea el grupo humano más jodido del planeta. Sigue siendo inaceptable.
Engañosas porque no ha habido tal cosa como los pueblos que surcan la historia. La historia de los pueblos es una invención política con fines de control o dominación. No hay un único pueblo mexicano, mucho menos un pueblo latinoamericano. No existe el pueblo condenado ni existe quién lo haya condenado. Entender el mundo de esta manera presupone una simplificación burda y falsa. Y las teorías burdas y falsas no sólo tienen la capacidad de engañar, también tienen la capacidad de descomponer las cosas. No logran explicar lo que sucede porque no entienden lo que sucede. Y como no entienden lo que sucede no pueden predecir lo que sucederá. Y como no tienen poder predictivo tampoco tienen poder resolutivo. No arreglan nada, no cambian nada. Sólo exaltan las emociones y pasiones de sus fanáticos.
Alucinantes por sus tonos de exclusividad. Un relato, de lo que sea, es otro relato. No importa si contradice todos los demás relatos. Sigue siendo un relato. Pero lo mejor es el cierre: el relato nos contará lo que dice la corporalidad sufriente de los condenados. De pronto siento como que el libro dejó de ser teórico y comenzó a ser un relato fantástico. ¿Qué es eso de la corporalidad sufriente? ¿Quiénes son los condenados de la tierra? ¿Quién los condenó? ¿De dónde se saca éste la idea de que hay un grupo de condenados de la tierra que viven una corporalidad sufriente y, peor aún, que ésta de alguna manera se comunica al mundo occidental a través de sí, de su pluma, de su lengua?
He ahí lo mesiánico. Nuestro humilde profesor de filosofía cree que sus manos hablarán del sufrir de los pueblos condenados (lo cual se confirma en su afán por emplear el desgastado estilo de la tercera persona del plural para presentar sus posturas) mientras sus ideas lograrán paliar tanto dolor. Más clara, ni el agua.
Todo esto trae consigo ironías y preocupaciones. Me parece irónico, por ejemplo, que este relato insurgente, que tiene como uno de sus fines principales romper con el eurocentrismo de los relatos tradicionales, haya sido publicado por una de las editoriales más exitosas, trasnacionales y poderosas de Europa. La editorial Trotta es, por así decirlo, una de las niñas bonitas de la intelectualidad eurocentrista. ¡Es irónico! Nada más.
Pero también es preocupante. Según Hume, los errores en religión son peligrosos, mientras que los errores en filosofía son meramente ridículos. Creo que Hume tiene razón. Si este fuera un texto meramente filosófico, no habría de qué preocuparse. Temo, sin embargo, que este libro se acerque más al lado peligroso del que habla Hume. Con tanto mesianismo, los panfletos “filosóficos”, como el manifiesto, se vuelven más bien objeto de culto y adoración.
Entre la vanidad literaria y el mesianismo filosófico, prefiero, sin pensarlo mucho, la mamonería de las divas. Ahí si, como dice Hume, los errores no pasan de ser ridículos.