Nunca había tenido la oportunidad de contar con un cuarto de baño personal, no compartido. Por ende, no tenía la menor idea del espacio de posibilidades que esto genera. Aquí y allá escuché comentarios al respecto, siempre crípticos y nunca desarrollados (menos aún discutidos). No entendía, por ejemplo, por qué las personas insistían en tener revistas, periódicos y hasta libros, en sus baños. De hecho, no creo haber usado antes la diplomática frase "cuarto de baño". Siempre me pareció, hasta hoy, que era excesiva. "Al baño se va" pensaba yo "a nada más que mear o cagar" (y lavarse manos, por supuesto). Ir al baño fue (y es, en baños que no son cuartos de baño) cosa de unos momentos. Ir, servirse e irse. No hay necesidad de nada más, porque no hay otra necesidad. ¿De qué sirve un puesto de revistas/periódicos/libros si el baño no es el estudio, ni la sala, mucho menos una plaza, un parque o una biblioteca?
Pero, como decía, recientemente me he encontrado ante una distribución distinta de los espacios en este mundo. Hoy día la historia me favorece con un cuarto de baño propio. Se trata de una región espaciotemporal para mi desconocida. No es un espacio personal, íntimo, de introspección. Nada más opuesto a su naturaleza. Para eso está el estudio o la computadora y también, por supuesto, el dormitorio.
El cuarto de baño no parece ser un espacio de incremento del yo, sino más bien un espacio de disolución del mismo. Uno va felizmente a lo que va y de paso se deshace de muchas cosas más, entre ellas muchas angustias, obsesiones, envidias, celos y rechazos. La diferencia entre el baño y el cuarto de baño parece radicar justamente en el hecho de que el segundo, y no el primero, permite llevar el placer de la deposición a los niveles más significativos y freudianos. De ahí que quien se descubre gozando de un cuarto de baño propio puede dar fe de la paz y tranquilidad que ahí se originan.
El cuarto de baño es un obsequio temporal sin restricciones, puesto a nuestra disposición para hacer más que sólo ir al baño, nos permite estar en una fase avanzada de evolución de la líbido que vuelve a sus origines infantiles desde niveles conceptuales superiores. El cuarto de baño está hecho para deshacerse del producto de nuestra digestión mental. Habría que preguntarse si no es ahí donde mejor se piensa en virtud de que es ahí donde uno mejor se siente. Cabría imaginar una corte suprema tomando decisiónes en reunión a distancia, cada quien desde su propio cuarto de baño. La justicia, el equilibrio, la veracidad y el rigor de las decisiones tomadas desde el cuarto de baño difícilmente tendrían parangón.
Lástima que uno deba salir del cuarto de baño tan sólo para recoger los tabúes que pacientemente esperan en el umbral.