Friday, June 19, 2015

Sobre la Pluralidad de Vidas

Mientras transitaba lo que sin mucha duda será uno de los peores momentos de mi vida, hace ocho años tuve la enferma ocurrencia de traducir un libro importante, sustancial, de gran peso, para darle sentido a mis días y evitar el desahucio.

Cinco años después  mientras transitaba lo que sin mucha duda será uno de los periodos más oscuros y solitarios de mi vida, habiendo cambiado por completo de escenario, persona e intereses, con poca o ninguna razón para continuar por el camino con el que años atrás me identificaba, terminé al fin de traducir ese libro importante y sustancial que terminó por ser enorme. Se había acabo el proyecto y la motivación de esa enferma ocurrencia. Naturalmente, le siguió una fuerte depresión. Hasta que tuve una segunda ocurrencia, gradualmente menos patológica: relatar en términos puramente metafísicos, lo mucho que ese libro me había formado en esos cinco años de andar en los que, a excepción de unos cuantos amigos, lo único que permaneció a mi lado fue ese libro.

Noventa y seis páginas, dos cursos de licenciatura impartidos y catorce meses después, mientras transitaba lo que sin mucha duda será uno de los periodos más brillantes y acompañados de mi vida, habiendo cambiado una vez más de escenario, persona e intereses, con ninguna razón para continuar por el camino con el que poco tiempo atrás me identificaba, terminé al fin de escribir un estudio introductorio del importante libro que, al no poder ser importante como el libro, decidió ser sorprendente al presentar lo increíble (la idea central del libro) como algo muy natural.

 Hoy, a ocho años de haber comenzado, a tres de haber concluido esa traducción y un año y medio después de terminar la sorprendente introducción, mientras transito el comienzo de una vida adulta feliz y plena,  habiendo continuado el camino brillante de la compañía de Florencia, salió a la luz (al fin) el ejemplo concreto de cómo una idea enfermiza puede salvar vidas alcanzando grandes metas. Ahí.

Lewis, D., 2015. Sobre la Pluralidad de Mundos. México: IIFs-UNAM

Thursday, June 11, 2015

El misterio de la "vida"

Hace unos días leía un artículo del NY Times sobre el misterio de Sagitario 'A', un punto en el centro de la Vía Láctea sospechado de ser un hoyo negro por tener una densidad  de cuatro millones de soles y que, extrañamente, no emite luz alguna (los hoyos negros incineran todo lo que entra en ellos a una temperatura de billones de grados centígrados, generando así una gran candidad de luz). Para determinar si realmente se trata de un hoyo negro, fue necesario crear la red más grande de telescopios del mundo (Event Horizon Telescope) que va de España a Hawai pasando por Chile y México. Finalmente, hace unos meses, y tomando como punto central el Telescopio mexicano de Serria Negra (a unos kilómetros del Pico de Orizaba), se obtuvieron algo así como doscientos terabites de información sobre Sagitario 'A' en coordinación con la información de un hoyo negro conocido en la enorme galaxia M87, a millones de años luz.

Hay dos razones que explican por qué se trata de un misterio. Primero, dadas nuestras creencias (i.e., la teoría de la relatividad), un objeto con tanta densidad (cuatro millones de soles) debería ser un hoyo negro y comportarse como tal. Segundo, es algo complicado ver qué sucede con un punto en el universo situado a veintiseis mil años luz. El misterio es, pues, evidente: o bien tenemos un gran hoyo negro en el centro de nuestra galaxia o bien Einstein se equivocó y la teoría de la relatividad tiene predicciones falsas. Una aparente contradicción entre nuestras creencias y el universo, junto con nuestra obvia incapacidad de ir y ver qué pasa, generaban el misterio.

Todo esto inevitablemente me hizo pensar en el misterio de la vida humana, a saber, ¿por qué nos resulta tan misterioso esto de llevar una vida humana? No hay dudas,  como la teoría de la relatividad frente al universo, la vida humana está llena de contradicciones no sólo frente al universo, sino frente a sí misma.

Lo más común y normal, el sustento de toda vida neurótica, es la contradicción entre nuestros deseos y el mundo. Somos los infantes de la evolución, no nos gusta que el mundo se oponga a nuestros deseos. Nos enfada que un huracán frustre nuestras vacaciones, que un volcán postponga nuestros vuelos y que la lluvia trastorne nuestros planes de tomar un café por la tarde con un amigo.

Pero también nos  encontramos constantemente inmersos en la contradicción entre nuestros propios deseos.  Somos los infantes de nuestra propia historia. Azotamos puertas y conjuramos pestes porque debemos ir a un compromiso al que, de buenas a primeras no queremos ir pero que, si lo pensamos desde esa otra perspectiva, desde esos otros deseos, al final sí queremos ir.

Todo esto explica el malestar de la vida humana. Pero sigue sin entenderse por qué la vida humana se nos hace un misterio. No sólo por el simple hecho de que ese malestar recién descrito, esa insatisfacción de los deseos frustrados, se resuelve siempre y cuando nos demos el lujo de madurar un poco (frente al universo y frente a nosotros mismos). Lo más enigmático del misterio de la vida humana es que, a diferencia del misterio de Sagitario 'A', la vida humana no está a miles de años luz de distancia. No está allá ni acullá, ni siquiera está a unos centímetros de nosotros. Tampoco está a unos minutos. No es ayer, ni es mañana. Para ver en qué consiste esto de llevar una vida humana no hace falta construir telescopios, planear proyectos, diseñar experimentos, ni recopilar datos. De hecho, no hace falta hacer nada. Ya estamos, todo el tiempo, ahí, viéndola.

De ahí que sea un grave misterio que la vida nos parezca un misterio. La contradicción es evidente. La tenemos ahí, de frente, todo el tiempo. La miramos, la olemos, la sentimos, la abrazamos, la escuchamos y pensamos y aún así confesamos a pie juntillas que no la conocemos. Nos encanta decir, infantilmente una vez más, que no sabemos bien a bien de qué se trata todo esto pero que alguien en algún lugar de la historia del mundo lo sabe. Que el sabio tal, gran anciano, lo sabe. Así logramos quitarnos de encima la obligación de volvernos adultos ante el mundo y aceptar que la vida es esto que vivimos, pensamos y decidimos todo el tiempo.

Surge así el incomprensible misterio de la necia y persistente creencia de que la vida es un misterio. Al igual que con Sagitario 'A', el misterio del "misterio de la vida" tiene una contradicción y una casi imposibilidad de resolución. Sabemos todo lo que hay que saber sobre la vida humana y aún así insistimos en no saber qué es. Pero no hay nada que podamos hacer más allá de estar vivos para descubrir lo que no queremos ver. No hay nada más que hacer, ni recorriendo millones de años luz encontraremos ese trozo de información que, teniéndolo presente todo el tiempo, decimos no tener. 

La vida no es un plan a futuro, ni una segunda vida (como si eso no hiciera otro misterio), ni un sacrificio, ni una batalla, ni una carrera, ni un proyecto, ni la búsqueda de la justicia, el amor, la belleza, la decencia, la felicidad, la riqueza, la humildad, la paz o la democracia. Vivir es repirar, comer, beber,  cagar, mear, pensar, hablar, sentir, caminar, mirar y coger. Quizás poco más.




Thursday, June 04, 2015

Psicoanálisis representacional

Entre más me analizo más me convenzo de que la visión freudiana de la mente tiene mucho, mucho, de razón. Esto bien puede no ser más que una sana consecuencia del análisis. Me sirve. Pero, si esto es todo, también es bastante. Si la teoría sirve, diría Peirce, algo de verdad debe tener.

Reciéntemente logré entender al psicoanálisis, o algo como el psicoanálisis, desde una perspectiva mucho más cercana a mi formación profesional: el psicoanálisis como una teoría de la mente. Con esto pretendo hacer referencia a dos sentidos aparentemente distintas pero necesariamente asociados, de una misma capacidad, a saber, la de explicar la conducta de las personas adscribiéndoles estados mentales. Los filósofos le llaman "teoría ordinaria" o "folclórica" de la mente. Los psicólogos le llaman "Mecanismo de teoría de la mente". Ambos hablan de lo mismo,  a saber, la capacidad natural que tenemos de adscribir creencias, deseos, fobias y miedos a los demás.

Visto así, parece más bien simple la manera en que psicoanálisis forma parte de la teoría de la mente. Ambos, psicoanálisis y teoría ordinaria, asumen que las personas actuamos con base en nuestras creencias y deseos. Pero hace falta hilar más fino si lo que queremos es explicar con cierta adecuación la conducta de las personas. Si queremos explicar no sólo por qué se sirve un vaso de agua y lo bebe, sino también por qué le dan taquicardias por la noche, por qué se angustia al quedarse solo y por qué una vez que se sienta detrás del volante se convierte en un monstruo intolerante e irreconocible, necesitamos apelar, nos dice el psicoanálisis, a creencias, deseos y otras representaciones mentales a las que las personas no tienen acceso fácil y voluntario.

Esa es la primera gran aportación del psicoanálisis a la teoría representacional de la mente. Consiste simplemente en notar que no todas las creencias y deseos que mueven a las personas son creencias y deseos comprensibles por la persona, ya sea porque se reprimen o porque se ocultan.

Pero hay una segunda lección. Una vez que aceptamos la distinción anterior podemos distinguir entre distintos tipos de representaciones que alimentan la maquinaria motivacional del individuo. Por un lado tenemos la identificaciones. Algunos creen que son sus padres. Otros creen que son sus madres. Y el resto enfrenta serios problemas psicopatológicos. Por otro lado tenemos las fobias. Algunos creen que en cualquier momento los van a matar o les va a caer un edificio encima; otros creen que en cualquier momento van a matar su familia o les va a caer un edificio encima. Los demás están en las manos de algún psicoterapeuta.

Obviamente, el psicoanálisis hace algo más que ayudarnos a adscribir esos estados mentales que los demás no suelen adscribir (y nosotros tampoco). La meta principal es aliviar las tensiones entre representaciones, tanto entre las no disponibles y las ocurrentes, como entre unas y otras que no están disponibles. Pero para entender todo esto hace falta pensar que de lo que se trata es, al final del día, de representaciones mentales que formamos naturalmente los humanos. Visto así, podemos entender al psicoanálisis como cumpliendo una función doble. Primero, identifica los contenidos ocultos. Segundo resuelve las contradicciones. Es, al final del día, una suerte de lógica médica de profunda complejidad. Hace falta algo de arqueólogo, pero también de filósofo, para ejercer virtuosamente el aparato medicinal de los estados mentales representacionales.

Monday, June 01, 2015

Humanidad reptiliana

Peatones en espera de una pizza gratis. La fila continúa por veinte metros hacia la derecha. Copilco, junio 2015.


En los años 60 MacLean propuso entender al cerebro humano como compuesto por tres estructuras anatómicas evolutivamente diferenciadas: cerebro reptiliano, cerebro límbico (o premamario) y cerebro nuevo (o neomamario). Los primeros dos son resultado de la evolución cerebral desde reptiles hasta animales intermedios (en términos de cognición cerebral) entre mamíferos y reptiles. El neocortex es, como ya sabemos, lo que nos caracteriza a los humanos.

Hoy día prácticamente nadie (en la academia) sigue la propuesta triúnica de MacLean, pero esto no implica que deje de tener utilidad. Nos sirve, por ejemplo, para explicar conductas humanas que de otra manera no podríamos explicar. Si tenemos actos que resulta del procesamiento del neocortex (basados en creencias y deseos sopesados), también tendremos algunos que resultan del procesamiento del sistema límibico (basados principalmente en emociones dirigidas a la alimentación y la reproducción) y otros del procesamiento del cerebro reptiliano (principalmente reacciones defensivas, amenazas, territorialidad, etc.)

Más allá de su (in)utilidad en la academia, la postulación de algo como un cerebro límbico o reptiliano, y con él la idea de una conducta y un procesamiento (pues no puede ser pensamiento) límbico o reptiliano, ayuda mucho a entender fenómenos sociales típicos de una gran urbe, como la ciudad de México. Podemos entender, por ejemplo, por qué los conductorres tocan la bocina incesamente, por qué arriesgan sus vidas y las de otros cruzando un semáforo en rojo, por qué arriesgan sus vidas y las de otros al tener sexo sin protección, por qué se angustian ante la idea de permanecer inmóviles en fila (del banco, del super, del tráfico) por más de 30 segundos y por qué, por sinalmente, se mantienen de pie durante más de dos horas, junto con otras ochenta personas, esperando recibir una pizza gratis.

No hay otra opción. O los humanos actuamos en ocasiones (¿muchas?) como reptiles porque somos medio reptiles, o bien somos animales a los que de pronto se les desconecta el cerebro y la capacidad de hacer modus ponens en las circunstancias más básicas.