Al parecer no es posible ser humano sin ser parte de una sociedad en la que pululan las orientaciones. Ya lo sabemos. Tal vez cambien las orientaciones con el tiempo. Lo sospechamos. Hoy día, por ejemplo, nos rodea por todas partes la insistencia de las perspectivas. Ser decente, moralmente encomiable, es aceptar la pluralidad. Muchos grupos, muchas culturas, muchas ideologías, muchos estados, muchos sistemas, muchas decisiones, muchas razones, muchas personas. Mucho de muchos. Como anillo al dedo nos llegan las frases de Nietzsche:
"Existe únicamente un ver perspectivista, únicamente un conocer perspectivista; y cuanto mayor sea el número de los afectos a los que permitamos decir su palabra sobre una cosa, cuanto mayor sea el número de ojos, de ojos distintos que sepamos emplear para ver una misma cosa, tanto más completo será nuestro concepto de ella, tanto más completa será nuestra objetividad." Genealogía de la Moral, 13.
Pero hay que andarse con cuidado antes de inmolarse con esta religión. No es difícil distinguir entre dos acercamientos. Está, por un lado, el acercamiento desde arriba, el que comienza por el perspectivismo mismo, el que busca la complejidad, abrazar todos los puntos de vista desde el principio. Por otro lado, está el acercamiento desde abajo, el que comienza por la monovisión, el que busca simplemente ser (lo que sea que le toco ser), el que no pretende abrazar nada más que a sí mismo desde el principio y eventualmente acepta ser un ojo más de la complejidad vista desde otra parte.
La diferencia es clara, pero también de gran sustancia. Quienes comienzan por arriba suelen ser más engreídos. La razón es simple, empezar por la complejidad es asumirse como superior, como el afortunado poseedor de una sensibilidad y un entendimiento superiores, abarcadores, complejos, capaces de abrazar varios puntos de vista, sin ser ellos mismos algo, alguien, esto o aquello. Por supuesto, además de la arrogancia esta postura se acompaña del autoengaño. No hay tal cosa como la postura compleja, la sensibilidad que sólo es sensible a los demás, a la complejidad.
Pero no sólo es compleja y errada, también es peligrosa. Quien así piensa pretende también que le es posible negarse a sí mismo. Eliminar su perspectiva. Para lograrlo acude a una autodestrucción que, según el propio Nietzsche, es la cúspide del ascetismo: la maestría de la autodestrucción. Hasta aquí todo, aparentemente bien. Por desgracia no hay manera de autodestruirse sin destruir a los demás. Quien pretende (siempre falsamente) no tener perspectiva, no ser alguien, no tener deseos, no ser egoísta, no desear algo para sí y sólo para sí, claramente no podrá reconocer al otro como una persona distinta sino que inevitablemente la usará para cubrir esa gran insatisfacción que ha generado consigo misma. La autonegación es una fuente ideal de resentimiento y la venganza, ambas motores de la destrucción de los demás. Y así comienza el autoengaño más sustancial:
"En este terreno del autodesprecio, auténtico terreno cenagoso, crece toda mala hierba, toda planta venenosa, y todo ello muy pequeño, muy escondido, muy honesto, muy dulzón. Aquí pululan los gusanos de los sentimientos de venganza y rencor; aquí el aire apesta a cosas secretas e inconfesables; aquí se teje permanentemente la red de la más malévola conjura, - la conjura de los que sufren contra los bien constituidos y victoriosos, aquí el aspecto del victorioso es odiado. ¡Y cuánta mendacidad para no reconocer que ese odio es odio! ¡Qué derroche de grandes palabras y actitudes afectadas, qué arte de la difamación justificada! ¡Cuánta azucarada, viscosa, y humilde entrega flota en sus ojos!" Ibidem. 14
Sólo quien se aplaude lo suficiente puede entregar genuinamente su aplauso a los demás. Sólo quien se satisface a sí mismo puede dejar de usar a otros para satisfacerse. El autosacrificio termina por ser poco más que el odio a los demás.
Conviene entonces tomar las perspectivas y la complejidad desde abajo, siendo alguien, con toda claridad y conformarse con imaginar esa complejidad de miradas siendo una de ellas, sin pretender ser la mirada de ojos múltiples. Sin pretender ser algo más que esa limitada, incompleta, imperfecta, egoísta y sonriente persona que se es.