No pude evitarlo. La tentación es demasiado grande. Sentir el corer de los dedos y obtener algo, lo que sea, que tenga final, o la representación del mismo, en un punto, o una coma. Comenzó sin tener principio, como suelen ser las cosas. Olvidemos ya los mitos, pongamos fin a nuestro afán, nuestra ambición. No hay razón para escupir a la razón de sí misma y así abarcarlo todo. No lo hay. Aún así seguimos. No nos permitimos el lujo de limitarnos. Inventamos inicios donde no los hay y nos aseguramos de abrazarlo todo. Somos sordos a la constante afirmación de que, por mucho que se luche, necesariamente algo se olvidará.
Quiero escribir en castellano y nada más. Sin afanes metafísicos. No más por favor, no más. Y permitirme líneas básicas. Sujeto y predicado, sin distinción de objecto y acción. Sin adjetivos, apellidos, propiedades ni modos. Tanta verborrea, tanta parafernalia. Quiero escribir como se escribo y no como se debe escribir.
Para luego dar los brincos. Qué horror! Ni cómo describir que el Sol está afuera, se acaba Noviembre, y uno puede andar por la calle sin arriesgar la vida ante una hipotermia inminente. No hay manera de hacerlo. Si el pasto trae consigo inferencias, señales y engaños; qué no traerán Noviembre y el frío invernal?
Cortaré esta tentación antes de que algo más triste suceda.