Friday, September 08, 2006

Un baile

La musica llena el espacio; el espacio se desvanece al tiempo que la musica se deshace en hilos de humo que van tejiendo etereos ecos inasibles. Palabras que son guiños y sonrrisas, encuentros vueltos desencuentros que vuelven sobre sus pasos, un paso que deviene en figuras, sombras que son metáforas de rostros conocidos, máscaras de un carnaval que apenas comienza. Las formas se generan y degeneran en circunstancias inesperadas, despedidas que recuerdan el adios, saludos que evocan la distancia entre los cuerpos. Dos amigos, tres, uno, se abrazan, retroceden, se juntan, vuelven y parten. Una fiesta en la que los invitados se refrecan, una barra pletorica de embriaguez embotellada; mijitorio desbordado de olores y liquidos evanecentes, sabores que en el aire desaparecen y sólo son palpados por los infinitos dedos húmedos de un paladar sediento. Los amigo se juntan y hacen de la música el motivo de su encuentro, que hacen de su encuentro el baile de su vida.
Los amigos han olvidado el fin de esta reunión, el medio se reduce a una pista amorfa; una sala vacía para ser llenada de carcajadas y eróticas piruetas se covierte en el único elemento consensuadamente aceptado como necesario, nadie sobra, nada falta:
Comienza el baile.
Un grupo de hermosas jovenes admira, subrepticiamente, de reojo, el hacer y deshacer de tres hombres venidos a niños. Barbudos infantes que bailan, se abrazan, ríen y se disuelven en gotas de wiskhi y litros de ron...todo comienza a rodar...aquí no existe el error, todo es válido, todo se aplaude con fastuosa alegría...
Los amigos se aproximan a las damas en un ir y venir indescifrable, las toman de las manos, las giran, se dejan girar, tres son seis y seis son ya una multitud que va desenrredando y deformando la situación en una cadena de eventos inesperadamente dionisiacos. El baile es la música de los cuerpos en libertad, la música es el fondo insondable de la conjugación amor-dolor que en esta noche brilla. Orgía de brazos y piernas melodicamente entrelazados, de ritmos y tropiezos, de muebles y cuerpos que han convertido el espacio en infinito.
Un baile en el que la sangre bulle, en el que nadie piensa en el amanecer que ya se asoma. Un baile que ha de terminar en el silencio y en la despedida para resurgir fortalecido en la memoria de una noche inolvidable, donde los amigos por fin se han encontrado y se lo han dicho todo sin pronunciar una palabra.