Si no, ¿cómo pudo haber escrito lo siguiente con tanta exactitud?
The people have always some champion whom they set over them and nurse into greatness… This and no other is the root from which a tyrant springs; when he first appears he is a protector.
Plato
Wednesday, September 20, 2006
Sunday, September 17, 2006
Genoma Mexicano?
La noticia salió estruendosa en los titulares: "Completarán en 2007 borrador de mapa genoma de mexicanos". Mi empedernido escepticismo me obligó a leer la nota. ¿Acaso podrá ser que en México se ha logrado lo que en ningún otro lugar ni momento de la historia? ¿Acaso han logrado los científicos que cuentan con certificados de nacimiento "mexicanos", con aguilita y todo, encontrar la identidad nacional en un gen? La fuerza esencialista del asunto me obligó a tomar cartas en el asunto. Me puse pues a leer la nota. En El Universal se lee:
"Para la investigación se analizan 100 muestras de sangre, de un total de 200, obtenidas de individuos de tres generaciones, de ambos sexos y provenientes de seis regiones del país."
La fiebre metafísica generada por el título comienza a calmarse con el antiestamínico de la evidencia. Encontrar el mapa genético mexicano es simplemente encontrar el mapa genético de cien personas (según el "survey ontológico" más reciente hay más de 110 millones de entes humanos mexicanos en el universo), provenientes de seis regiones (según el "survey multikulti" más reciente hay más de 64 lenguajes "mexicanos" con una o más "regiones" de cada uno, el DF por sí sólo tiene más de 16 regiones).
Hay dos opciones pues:
(1) Llenarse de esencialismo y esperar que esa muestra del 0.0001% de la ontología mexicana tenga la campanuda y metafísica fortuna de mostrar que hay tal cosa como una propiedad metafísica compartida por todos aquellos que portan documentos con aguilita cactácea come serpientes.
(2) Dejar las febriles ilusiones y tomar las cosas como son: no se muestra la esencia "mexicana" se muestran los genes de cien personas de seis cuadras distintas con papelitos y aguilitas distintas.
Tomar la primer opción no sólo es febril sino también inmoral, ilegal e ignorante. Implica, entre otras cosas, la existencia de una propiedad biológica mexicana, razón suficiente para justificar diferencias en juicios y tratos. Una manera, en pocas palabras, de justificar el estereotipo y la discriminación nacionalistas.
Implica también la existencia de un criterio biológico de ciudadanización. Nadie podrá, una vez que contemos con el mapa genómico mexicano, "naturalizarse" o "nacionalizarse" mexicano si no cuenta con la propiedad biológica señalada. Millones de nacionalizados ahora serían ilegalmente "mexicanos" o el criterio biológico se volvería ilegal para determinar la mexicaneidad.
Finalmente, por si fuera poco, presupone una visión de cartón de la ciencia y de la biología en particular. Presupone, por ejemplo que los seres vivos no cambian de acuerdo al medio ambiente (es decir están medio muertos). Se dice, por ejemplo, que "En la primavera de 2007 México tendrá listo el borrador del mapa del genoma de los mestizos mexicanos, lo que permitirá identificar los genes que predisponen a enfermedades comunes como el cáncer y la diabetes, informó hoy la Secretaría de Salud (SS)."
Y bueno, se supone también que los "mestizos" son los mexicanos. Pero ¿quiénes son los mestizos? Dejemos estas preocupaciones para otros domingos más grises y aburridos, quizás más entrado el invierno. Aceptemos el presupuesto metafísico mestizo. ¿Habremos de aceptar que los mestizos de aquí son iguales a los de allá? ¿O sea que la diferencia de regiones no marca diferencia alguna? Pero entonces, ¿en dónde quedó la Biología?
Pongamos por caso el de un muestra de sangre de un adulto con certificado de aguilita, cacto y serpiente, que vive cerca dela selva, en el territorio vecino a Guatemala, con necesidades y creencias propias de su medio. Por otra parte, tendremos la muestra de otro adulto que vive en el desierto de Sonora, cerca de Arizona. La pregunta surge con naturalidad: ¿entré qué muestras cabe más esperar similitudes, entre los seres vivos que viven en el mismo (o extremadamente similar) medio ambiente, entre Sonora y Arizona, o entre Chiapas y Guatemala, o entre los adultos de certificado con aguilita, cactus y serpiente que viven en ambientes extremadamente distintos, uno en el desierto y otro en la selva? La respuesta es tan obvia que duele escirbirla.
Conclusión: creer que una muestra del 0.0001% de la ontología total mostrará las similitudes necesarias para determinar el mapa genético mexicano, siendo negligente a las diferencias de medio ambiente, es simplemente no entender o no saber qué es un ser vivo ni como funciona la investigación en Biología.
Habremos pues de olvidar el primer camino. Tomemos el segundo, menos febril, menos dañino, más sensato. Ante titulares tan impactantes, cuando se anuncie la biologización de las naciones, cabe levantar los hombros y reir. Después de todo han pasado ya más de doscientos años desde la ilustración y la revolución francesa y aún seguimos creyendo que Dios existe y qu el espíritu santo habla por bluetooth a los cardenales en la Sixtina para decirles quien ha de ser el Papa.
Paciencia pues, paciencia que la ética doxástica es una terapia lenta y concienzuda que puede tomar incluso siglos de nuestra historia.
"Para la investigación se analizan 100 muestras de sangre, de un total de 200, obtenidas de individuos de tres generaciones, de ambos sexos y provenientes de seis regiones del país."
La fiebre metafísica generada por el título comienza a calmarse con el antiestamínico de la evidencia. Encontrar el mapa genético mexicano es simplemente encontrar el mapa genético de cien personas (según el "survey ontológico" más reciente hay más de 110 millones de entes humanos mexicanos en el universo), provenientes de seis regiones (según el "survey multikulti" más reciente hay más de 64 lenguajes "mexicanos" con una o más "regiones" de cada uno, el DF por sí sólo tiene más de 16 regiones).
Hay dos opciones pues:
(1) Llenarse de esencialismo y esperar que esa muestra del 0.0001% de la ontología mexicana tenga la campanuda y metafísica fortuna de mostrar que hay tal cosa como una propiedad metafísica compartida por todos aquellos que portan documentos con aguilita cactácea come serpientes.
(2) Dejar las febriles ilusiones y tomar las cosas como son: no se muestra la esencia "mexicana" se muestran los genes de cien personas de seis cuadras distintas con papelitos y aguilitas distintas.
Tomar la primer opción no sólo es febril sino también inmoral, ilegal e ignorante. Implica, entre otras cosas, la existencia de una propiedad biológica mexicana, razón suficiente para justificar diferencias en juicios y tratos. Una manera, en pocas palabras, de justificar el estereotipo y la discriminación nacionalistas.
Implica también la existencia de un criterio biológico de ciudadanización. Nadie podrá, una vez que contemos con el mapa genómico mexicano, "naturalizarse" o "nacionalizarse" mexicano si no cuenta con la propiedad biológica señalada. Millones de nacionalizados ahora serían ilegalmente "mexicanos" o el criterio biológico se volvería ilegal para determinar la mexicaneidad.
Finalmente, por si fuera poco, presupone una visión de cartón de la ciencia y de la biología en particular. Presupone, por ejemplo que los seres vivos no cambian de acuerdo al medio ambiente (es decir están medio muertos). Se dice, por ejemplo, que "En la primavera de 2007 México tendrá listo el borrador del mapa del genoma de los mestizos mexicanos, lo que permitirá identificar los genes que predisponen a enfermedades comunes como el cáncer y la diabetes, informó hoy la Secretaría de Salud (SS)."
Y bueno, se supone también que los "mestizos" son los mexicanos. Pero ¿quiénes son los mestizos? Dejemos estas preocupaciones para otros domingos más grises y aburridos, quizás más entrado el invierno. Aceptemos el presupuesto metafísico mestizo. ¿Habremos de aceptar que los mestizos de aquí son iguales a los de allá? ¿O sea que la diferencia de regiones no marca diferencia alguna? Pero entonces, ¿en dónde quedó la Biología?
Pongamos por caso el de un muestra de sangre de un adulto con certificado de aguilita, cacto y serpiente, que vive cerca dela selva, en el territorio vecino a Guatemala, con necesidades y creencias propias de su medio. Por otra parte, tendremos la muestra de otro adulto que vive en el desierto de Sonora, cerca de Arizona. La pregunta surge con naturalidad: ¿entré qué muestras cabe más esperar similitudes, entre los seres vivos que viven en el mismo (o extremadamente similar) medio ambiente, entre Sonora y Arizona, o entre Chiapas y Guatemala, o entre los adultos de certificado con aguilita, cactus y serpiente que viven en ambientes extremadamente distintos, uno en el desierto y otro en la selva? La respuesta es tan obvia que duele escirbirla.
Conclusión: creer que una muestra del 0.0001% de la ontología total mostrará las similitudes necesarias para determinar el mapa genético mexicano, siendo negligente a las diferencias de medio ambiente, es simplemente no entender o no saber qué es un ser vivo ni como funciona la investigación en Biología.
Habremos pues de olvidar el primer camino. Tomemos el segundo, menos febril, menos dañino, más sensato. Ante titulares tan impactantes, cuando se anuncie la biologización de las naciones, cabe levantar los hombros y reir. Después de todo han pasado ya más de doscientos años desde la ilustración y la revolución francesa y aún seguimos creyendo que Dios existe y qu el espíritu santo habla por bluetooth a los cardenales en la Sixtina para decirles quien ha de ser el Papa.
Paciencia pues, paciencia que la ética doxástica es una terapia lenta y concienzuda que puede tomar incluso siglos de nuestra historia.
Thursday, September 14, 2006
El Fin del Mundo
La frase es común y sentenciosa: estamos presenciando el fin del mundo, como lo conocemos. No está de más reconocer el arrebato de escepticismo en la frase. Ya no se trata simplemente de la arrogante afirmación de que el mundo termina de la mano de la conciencia humana. El mundo termina tal y como lo conocemos; bien podría quedar algo más, pero no será lo ya tan conocido.
Robaré la frase en cuestión para darle un significado un tanto menos apocalíptico. Planteo los siguientes argumentos:
Mundo vivo y Conocimiento Pétreo
El mundo está vivo y, por ende en constante cambio.
El conocimiento humano es proposicional y por lo tanto estático.
Por lo tanto, el conocimiento humano no puede abarcar al mundo a cada cambio.
Debido a que el mundo está cambiando a cada instante,
Cada instante es el fin del mundo tal y como lo conocemos.
El argumento, sospecho, es válido. Cabe analizar la verdad de sus premisas. Pocos rechazarán la verdad de que el mundo está vivo y, por lo tanto, en constante cambio (nunca es, muy a pesar de Parménides, el mismo).
La segunda premisa forma parte de la visión contemporánea que la filosofía dominante (de escuela empirista) tiene sobre el conocimiento. Se habla, por ejemplo, de conocimiento proposicional, dando a entender que son proposiciones las que dan el contenido del conocimiento que del mundo tienen los humanos. Se habla también, por ejemplo, de contenidos semánticos como si fuese entidades platónicas. Los términos comúnmente empleados son “significado literal” así como de un contenido que permanece “a través de los contextos”; se intenta contrastar con posible contenidos contextuales o dependientes del uso y del contexto. Así pues, si la tradición dominante en filosofía hoy día tiene razón y el conocimiento es proposicional y las proposiciones son entidades abstractas fuera de la influencia del tiempo y la historia, entonces el conocimiento, a diferencia del mundo, no está vivo ni en constante cambio.
La tercera premisa / conclusión se sigue directamente de las anteriores dos y de esta se sigue también la temible conclusión sobre el fin de nuestro conocido mundo. ¿Qué premisa nos conviene derribar? Pensemos en el siguiente argumento.
Mundo vivo y Proposiciones vivas
El mundo está vivo y, por ende en constante cambio.
El conocimiento humano es proposicional.
Las proposiciones no son sino conjuntos de objetos del mundo.
Por lo tanto, las proposiciones son tan vivas como el mundo.
Debido a que el mundo está cambiando a cada instante,
Cada instante cambia el conocimiento humano. Podemos hablar, a lo sumo, del fin del mundo tal y lo como lo conocíamos (e.g. tal y como lo creía conocer Aristóteles).
Este argumento no parece tener consecuencias tan trágicas, o apocalípticas si se prefiere. Por otra parte, parece también ser válido. Cabe preguntarse, sin embargo, sobre la utilidad de “llenar de vida” a las proposiciones.¿Qué sentido tiene seguirlas distinguiendo del mundo mismo? ¿En qué sentido cabe distinguir, por ejemplo, las inferencias basadas en las relaciones semánticas entre términos de las inferencias basadas en las relaciones causales entre objetos? ¿Para qué seguir distinguiendo la Biología de la Semántica? Pensemos entonces en un tercer caso.
Mundo vivo y Conocimiento Humano
El mundo está vivo y, por ende en constante cambio.
El conocimiento humano es un proceso orgánico de un ser vivo.
Por lo tanto, el conocimiento humano es tan vivo como el organismo que lo tiene.
Debido a que el mundo está cambiando a cada instante, los seres vivos que lo habitan también (con ellos el conocimiento humano).
Ergo
El mundo incluye el fin del mundo tal y como es conocido en cualquier momento específico.
Robaré la frase en cuestión para darle un significado un tanto menos apocalíptico. Planteo los siguientes argumentos:
Mundo vivo y Conocimiento Pétreo
El mundo está vivo y, por ende en constante cambio.
El conocimiento humano es proposicional y por lo tanto estático.
Por lo tanto, el conocimiento humano no puede abarcar al mundo a cada cambio.
Debido a que el mundo está cambiando a cada instante,
Cada instante es el fin del mundo tal y como lo conocemos.
El argumento, sospecho, es válido. Cabe analizar la verdad de sus premisas. Pocos rechazarán la verdad de que el mundo está vivo y, por lo tanto, en constante cambio (nunca es, muy a pesar de Parménides, el mismo).
La segunda premisa forma parte de la visión contemporánea que la filosofía dominante (de escuela empirista) tiene sobre el conocimiento. Se habla, por ejemplo, de conocimiento proposicional, dando a entender que son proposiciones las que dan el contenido del conocimiento que del mundo tienen los humanos. Se habla también, por ejemplo, de contenidos semánticos como si fuese entidades platónicas. Los términos comúnmente empleados son “significado literal” así como de un contenido que permanece “a través de los contextos”; se intenta contrastar con posible contenidos contextuales o dependientes del uso y del contexto. Así pues, si la tradición dominante en filosofía hoy día tiene razón y el conocimiento es proposicional y las proposiciones son entidades abstractas fuera de la influencia del tiempo y la historia, entonces el conocimiento, a diferencia del mundo, no está vivo ni en constante cambio.
La tercera premisa / conclusión se sigue directamente de las anteriores dos y de esta se sigue también la temible conclusión sobre el fin de nuestro conocido mundo. ¿Qué premisa nos conviene derribar? Pensemos en el siguiente argumento.
Mundo vivo y Proposiciones vivas
El mundo está vivo y, por ende en constante cambio.
El conocimiento humano es proposicional.
Las proposiciones no son sino conjuntos de objetos del mundo.
Por lo tanto, las proposiciones son tan vivas como el mundo.
Debido a que el mundo está cambiando a cada instante,
Cada instante cambia el conocimiento humano. Podemos hablar, a lo sumo, del fin del mundo tal y lo como lo conocíamos (e.g. tal y como lo creía conocer Aristóteles).
Este argumento no parece tener consecuencias tan trágicas, o apocalípticas si se prefiere. Por otra parte, parece también ser válido. Cabe preguntarse, sin embargo, sobre la utilidad de “llenar de vida” a las proposiciones.¿Qué sentido tiene seguirlas distinguiendo del mundo mismo? ¿En qué sentido cabe distinguir, por ejemplo, las inferencias basadas en las relaciones semánticas entre términos de las inferencias basadas en las relaciones causales entre objetos? ¿Para qué seguir distinguiendo la Biología de la Semántica? Pensemos entonces en un tercer caso.
Mundo vivo y Conocimiento Humano
El mundo está vivo y, por ende en constante cambio.
El conocimiento humano es un proceso orgánico de un ser vivo.
Por lo tanto, el conocimiento humano es tan vivo como el organismo que lo tiene.
Debido a que el mundo está cambiando a cada instante, los seres vivos que lo habitan también (con ellos el conocimiento humano).
Ergo
El mundo incluye el fin del mundo tal y como es conocido en cualquier momento específico.
Friday, September 08, 2006
Un baile
La musica llena el espacio; el espacio se desvanece al tiempo que la musica se deshace en hilos de humo que van tejiendo etereos ecos inasibles. Palabras que son guiños y sonrrisas, encuentros vueltos desencuentros que vuelven sobre sus pasos, un paso que deviene en figuras, sombras que son metáforas de rostros conocidos, máscaras de un carnaval que apenas comienza. Las formas se generan y degeneran en circunstancias inesperadas, despedidas que recuerdan el adios, saludos que evocan la distancia entre los cuerpos. Dos amigos, tres, uno, se abrazan, retroceden, se juntan, vuelven y parten. Una fiesta en la que los invitados se refrecan, una barra pletorica de embriaguez embotellada; mijitorio desbordado de olores y liquidos evanecentes, sabores que en el aire desaparecen y sólo son palpados por los infinitos dedos húmedos de un paladar sediento. Los amigo se juntan y hacen de la música el motivo de su encuentro, que hacen de su encuentro el baile de su vida.
Los amigos han olvidado el fin de esta reunión, el medio se reduce a una pista amorfa; una sala vacía para ser llenada de carcajadas y eróticas piruetas se covierte en el único elemento consensuadamente aceptado como necesario, nadie sobra, nada falta:
Comienza el baile.
Un grupo de hermosas jovenes admira, subrepticiamente, de reojo, el hacer y deshacer de tres hombres venidos a niños. Barbudos infantes que bailan, se abrazan, ríen y se disuelven en gotas de wiskhi y litros de ron...todo comienza a rodar...aquí no existe el error, todo es válido, todo se aplaude con fastuosa alegría...
Los amigos se aproximan a las damas en un ir y venir indescifrable, las toman de las manos, las giran, se dejan girar, tres son seis y seis son ya una multitud que va desenrredando y deformando la situación en una cadena de eventos inesperadamente dionisiacos. El baile es la música de los cuerpos en libertad, la música es el fondo insondable de la conjugación amor-dolor que en esta noche brilla. Orgía de brazos y piernas melodicamente entrelazados, de ritmos y tropiezos, de muebles y cuerpos que han convertido el espacio en infinito.
Un baile en el que la sangre bulle, en el que nadie piensa en el amanecer que ya se asoma. Un baile que ha de terminar en el silencio y en la despedida para resurgir fortalecido en la memoria de una noche inolvidable, donde los amigos por fin se han encontrado y se lo han dicho todo sin pronunciar una palabra.
Los amigos han olvidado el fin de esta reunión, el medio se reduce a una pista amorfa; una sala vacía para ser llenada de carcajadas y eróticas piruetas se covierte en el único elemento consensuadamente aceptado como necesario, nadie sobra, nada falta:
Comienza el baile.
Un grupo de hermosas jovenes admira, subrepticiamente, de reojo, el hacer y deshacer de tres hombres venidos a niños. Barbudos infantes que bailan, se abrazan, ríen y se disuelven en gotas de wiskhi y litros de ron...todo comienza a rodar...aquí no existe el error, todo es válido, todo se aplaude con fastuosa alegría...
Los amigos se aproximan a las damas en un ir y venir indescifrable, las toman de las manos, las giran, se dejan girar, tres son seis y seis son ya una multitud que va desenrredando y deformando la situación en una cadena de eventos inesperadamente dionisiacos. El baile es la música de los cuerpos en libertad, la música es el fondo insondable de la conjugación amor-dolor que en esta noche brilla. Orgía de brazos y piernas melodicamente entrelazados, de ritmos y tropiezos, de muebles y cuerpos que han convertido el espacio en infinito.
Un baile en el que la sangre bulle, en el que nadie piensa en el amanecer que ya se asoma. Un baile que ha de terminar en el silencio y en la despedida para resurgir fortalecido en la memoria de una noche inolvidable, donde los amigos por fin se han encontrado y se lo han dicho todo sin pronunciar una palabra.
Wednesday, September 06, 2006
Infeliz Hipótesis sobre la Felicidad
Es de todos conocida la singular alegría con la que los infantes se permiten andar por la vida. Desde jalar un cordon hasta manotear al aire, sea la acción que fuere, es causa de un enorme placer o, al menos, una gran sonrisa.
Jean Piaget afirma que en los infantes se encuentran ya los rastros de una inteligencia por desarrollarse. A los diecieocho meses el ser humano está, por así decirlo, en el umbral de la inteligencia. Piaget distingue varias etapas, muchos detalles, capacidades, hábitos, asimilaciones y demás. Entre la selva de conceptos y característica que ofrece para describir a los menores de dieciocho meses sobre sale una en particular: la incapacidad para distinguir entre medios y fines. Así, los infantes se complacen tanto por el medio como por el fin, de tal manera que estirar el brazo para alcanzar el cordón es tan placentero, tan satisfactorio, como simplemente estirar el brazo sin más.
Es también de todos conocida la impresionante capacidad del humano adulto para distinguir medios de fines. Entre otras, su capacidad de planeación y previsión se cifran en ella. Sospecho también, y aquí surge mi hipótesis, que es esta misma distinción la que ha robado las sonrisas y alegrías de nuestros rostros.
Piaget bien puede tener razón y la inteligencia, ese tesoro tan preciado entre los adultos humanos, no venga sino después de la distinción medios fines. Pero puede también ser que tan grande tesoro nos venga a cuenta de un pago muy grande: la pérdida de una capacidad de alegría y gozo. Después de todo hasta Aristóteles mismo aseguraba que la Felicidad, con F mayúscula, consistía en la eliminación de la distinción medio/fin.
Cabría sopesar la posibilidad de retroceder unos cuantos pasos en el andar ontogenético. Tal vez valga la pena.
Jean Piaget afirma que en los infantes se encuentran ya los rastros de una inteligencia por desarrollarse. A los diecieocho meses el ser humano está, por así decirlo, en el umbral de la inteligencia. Piaget distingue varias etapas, muchos detalles, capacidades, hábitos, asimilaciones y demás. Entre la selva de conceptos y característica que ofrece para describir a los menores de dieciocho meses sobre sale una en particular: la incapacidad para distinguir entre medios y fines. Así, los infantes se complacen tanto por el medio como por el fin, de tal manera que estirar el brazo para alcanzar el cordón es tan placentero, tan satisfactorio, como simplemente estirar el brazo sin más.
Es también de todos conocida la impresionante capacidad del humano adulto para distinguir medios de fines. Entre otras, su capacidad de planeación y previsión se cifran en ella. Sospecho también, y aquí surge mi hipótesis, que es esta misma distinción la que ha robado las sonrisas y alegrías de nuestros rostros.
Piaget bien puede tener razón y la inteligencia, ese tesoro tan preciado entre los adultos humanos, no venga sino después de la distinción medios fines. Pero puede también ser que tan grande tesoro nos venga a cuenta de un pago muy grande: la pérdida de una capacidad de alegría y gozo. Después de todo hasta Aristóteles mismo aseguraba que la Felicidad, con F mayúscula, consistía en la eliminación de la distinción medio/fin.
Cabría sopesar la posibilidad de retroceder unos cuantos pasos en el andar ontogenético. Tal vez valga la pena.
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