Wednesday, November 26, 2014

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¿Cómo debe uno entender la decisión, porque no puede ser sino una decisión, que alguien más toma de olvidar el momento en el que, de manera directa y explícita, decidió insultar, humillar o maltratarlo a uno?

Por un lado hay razones para pensar que es un reconocimiento de la falta. El que decide olvidar -por supuesto, no logra olvidar porque el olvido voluntario no es sino una forma del recuerdo- lo hace porque reconoce el daño causado. Decidir olvidar es, desde esta perspectiva, una manera de admitir el error.

Por otro lado, hay razones para pensar que es un acto más de maltrato hacia uno mismo. Quien así se conduce por el mundo simplemente no reconoce en la otra persona a eso, una persona digna de respecto y reconocimiento. Por eso al que voluntariamente olvida la humillación causada a otros simplemente no le preocupa en lo más mínimo si es o no consistente en su trato (o maltrato) a los demás. Así, el olvido voluntario se convierte en una suerte de herramienta de humillación de segundo orden. Es una forma de confirmar la humillación inicial para después insistir en la nimiedad de esa humillación, redundando en la irrelevancia de la persona humillada.

Seguramente ambas opciones se dan lugar en distintos contextos. La pregunta entonces es ¿cómo reconocer o disitnguirlos entre sí? O dicho con una formulación más tradicional: ¿cómo separar la virtud del vicio, que tan cercanos son?