Dejé la casa. Ya no es la misma. En mi intento por concluir una casa hecha por mi hermana, terminé por recibir una casa distinta. Era inevitable. Mi hermana no estará más aquí. La casa ya no puede ser suya. Hay necesidades biológicas que se antojan metafísicas. Hay amputaciones psicológicas que resultan ontológicas. La taxonomía es un trasto inútil.
Aún no puedo hablar de ella. Me dejó sentado aquí, esperando. Sigo sentado. Esperando. Siempre estuvo al frente. Destapando el mundo. Yo sólo seguía. No más. No está a la vista. Camino. Pero no sigo. La definición misma me lo impide. Un acto de andar sin guía al frente no constituye seguimiento. Pero, camino. Por eso la gente cree que sigo.
Dejé la casa. Se dice bella. No es su casa. Su peso en mi pecho me otorga derechos de propiedad. Qué metafísica tan jodida, la que no vence a la biología.