Cada vez me preocupan más los filósofos. No sé bién cómo pensarlos. Suelen inspirarme una profusa sensación de atrazo y me encuentro al borde del divorcio justo cuando logran dar algunos pasos. Leo la confesión de algún iluminado.
“It is commonly believed by philosophers that certain classical accounts of perception are vitiated by a funamental flaw, namely that although the account supposes that there is an external world, on the basis of the account itself no proof can be given for the existence of that world.”
Faltas a la impecabilidad papírica como ésta me llevan a plantear dudas. ¿Acaso tienen algo que ver los comunes y sus creencias con los cuentos clásicos y la percepción? ¿Será acaso que los filósofos están confundidos por no saber cómo subdividir el extenso mundo de los sustantivos y mantenerlo separado de la sección de verbos y adjetivos? Este imposibilidad suele resultar en expectativas infundadas. Como, por ejemplo, la expectativa de que la percepción tenga algo que ver con algo así como el mundo externo. En la secundaria siempre me dijeron que la percepción tenía que ver con capacidades fisiológicas, pero nada me dijero sobre el mundo externo, ni el interno y mucho menos sobre el hipodérmico intermediario. Aunque lo más seguro es que con éste sí tenga algo que ver.
Por otra parte confieso que no estoy cierto. La ansiedad se acerca en forma de sospecha. Corro a las notas para encontrar un salvavidas obsequio de algún profesor enpistado. Interno es lo introspectible. Externo lo no introspectible. Si la percepción presupone lo no introspectible, me pregunto en qué enredos se meterán aquellos para hablar de la percepción de lo interno. Seguramente que terminarán por cargar con todo y afirmar, con la certeza de quien tiene a la burra de los pelos por mano, que la introspección presupone la extrospección que a su vez se entiende como la negación de la introspección que no es posible sino con base en esta misma. O sea, que nada se entiende, ni se podrá entender, porque todo entendimiento presupone la pección introyecta del ecto pro, llectado sobre una masa cósmica amorfa. Y ahí sí, ni qué hacerle.