Hoy murió un escritor extraordinario cuya principal virtud, cuya característica casi sobrehumana, consistió en ser completa y desmedidamente sincero consigo mismo. Era sincero el reconocimiento de su sobrada inteligencia, su profunda comprensión y su gran sensibilidad. Pero también era sincero el reconocimiento de sus vicios, su arrogancia y su fobia al apego que lo convirtieron, paradójicamente, en un humilde conocedor, tanto intelectual como emocional, de los otros.
Hoy murió un hombre sincero. Se limitó a decir y explicar lo que pensaba como quien dice y explica lo que es. No le hizo falta inventar algo más que a sí mismo para ser extraordinario, excepcional, incluso genial. Así de grandes eran su cabeza y corazón. Así es la vida, según Piglia-Renzi:
"Una vida no se divide en capítulos, le dijo aquella tarde Emilio Renzi al barman de El Cervatillo, acodado en la barra, de pie frente al espejo y a las botellas de whisky, de vodka, de tequila que se alineaban en las estanterías del bar.
Al releer estos cuadernos me divierto y la musa mexicana se ríe a carcajadas con las divertidas aventuras de un aspirante a santo, me dice ella. De acuerdo, exacto, le digo yo, un libro cómico, sí, claro, siempre quise escribir una comedia, y al final fueron estos años de mi vida los que consiguieron el toque de humor que andaba buscando, dijo Renzi. Por eso, tal vez, los voy a llamar mis años felices, porque al leerlos y al transcribirlos me divertí viendo lo ridículo que es uno; hice sin querer de mi experiencia una sátira de la vida en general y también en particular. Basta verse de lejos para que la ironía y el humor conviertan los empecinamientos y las salidas de tono en un chiste. La vida contada por el mismo que la vive ya es un chiste, o mejor, le dijo Renzi al barman, una broma mefistofélica."
Ricardo Piglia. Los Diarios de Emilio Renzi. Los años felices