Me voy. Nos vamos. Seis años aquí, sin fijar nunca un sitio. Ocho domicilios y más de setenta mil kilómetros después, me voy. Nos vamos. Jamás imaginé que esto sería lo que es.
Antes de estos seis años vinieron, pisaron y se fueron otros cinco, lejos, muy lejos de aquí. Después de cuatro ciudades, tres países y ocho mudanzas lo había perdido todo excepto aquello que no podía perder sin desaparecer. Al final estaba de vuelta en una ciudad ajena, rodeado de gente desconocida. Comencé lentamente a borrar aquello, a tallar profundo, a negar lo imperdible. Había que tallar con fuerza para borrarlo todo. Lo hice. Desaparecieron los conocidos. Perdí a mi familia en un juego de azar. Se apartaron los desconocidos. Supe construir un igloo para detener el frío.
Me voy. Nos vamos. Seis años atrás lo creía. Me voy. Nos vamos. Pasan seis. Pasan cinco. Recuperé mi familia sin volverla a ver. Supe construir una casa para resguardar calor. Se van los años sin que uno sepa el sentido, sin que haga falta tenerlo. Ya no creo, mucho menos sé, cuántos años más volverán a ser ni dónde los habré de recontar.
Me voy. Nos vamos. Es todo lo que sé. Quizás todo lo que sabré.