Wednesday, March 25, 2015

Recordar

De pronto parece como si vivir y recordar fueran dos funciones muy cercanas entre sí. No porque vivir sea una forma de recordar. Tampoco porque recordar sea una forma de vivir. Ambas son el caso, pero ninguna explica la cercanía. La relación se antoja, más bien, intencional, cuidada, casi cultivada.

De pronto parece como si vivir bien sea cuestión de aprender a recordar. Recordar es un arte complejo. Hay muchas maneras distintas de recordar. De hecho, hay muchos tipos de quehacer mental distintos que son ellos mismos una forma de recordar. Se puede recordar atendiendo a un evento del pasado y dirigiendo toda la imaginación a su reconstrucción. Pero también se puede recordar justamente en la dirección opuesta. Olvidar es también una forma de recordar. Se puede recordar decidiendo activamente no atender más a esos eventos del pasado que uno elige olvidar.

Y cada una de estas direcciones tienen también sus modos. Se puede atender feliz o infelizmente. Se puede olvidar alegre o amargamente. Y en todas estas mezclas, con gradaciones en dos o tres horizontes distintos, surge un espacio suficientemente rico de opciones entre las cuales uno puede distribuir su atención, recordando u olvidando, feliz o tristemente, dulce o amargo, ligero o apesadumbrado. Cada horizonte ofrece una escala del cero al uno. Y entre uno y cero suficientes opciones para complacernos. Y no se diga de todas esas otras formas del recuerdo que no requieren de atención ni desatención. Todas aquellas que ejercemos mientras comemos tal cosa de tal manera y no de otra, porque así somos y porque siendo así recordamos a todos aquellos que fueron como fueron para que uno acabe siendo lo que es.

Y es así como, recordando por atención o por olvido, con ligereza o sin ella, vamos formando lo que somos entre lo que creemos que somos, lo que recordamos que somos y lo que olvidamos ser.

Resulta clara, entonces, la relación. Aprender a vivir consiste, entre otras cosas, en aprender a recordar, que no es sino atender en el momento adecuado a la reconstrucción adecuada y del modo adecuado, cuando no más bien desatender con toda justicia a todo aquello que no hace más que pesar y lastimar.

Si se practica bien, a veces todo es cosa de poco más que recordar. Tal vez respirar.