Wednesday, February 17, 2010

Pagliacci

Voy conociendo, mejor dicho, voy comprendiendo la ópera cada vez más. Ahora pienso que es quizás la forma más abstracta de representación que nos hemos permitido imaginar en occidente. Se encuentra varios niveles por encima del mundo que representa y sus límites son permeables.

Las novelas y los cuentos usan las letras para representar el mundo. Los poemas las usan para representar al lenguaje mismo que guarda un mundo. La ópera usa la música y el mundo para representar al lenguaje que representa un mundo que nos permitimos usar para imaginar el nuestro. Los niveles de abstracción se multiplican si, como sucede con “Pagliacci” de Leoncavallo, uno decide hacer ópera para representar una representación hecha por personajes que dentro de la ópera misma son ficción. Poco a poco uno va perdiendo la cuenta de las distancias de intensión.

Pagliacci en particular es maravillosa por esto mismo: es una representación operática (léase sustancialmente abstracta) de una forma de vida explícitamente abstracta: la del payaso. El payaso que ya no es hombre, sino ficción. La ficción que poco come y lo demás lo imagina. Una imaginación que ha consumido por completo a esa supuesta realidad no imaginaria. Una imaginación que se convierte claramente en la realidad misma.

Pero no sólo ésto, la complejidad fingida, es lo que vuelve a Pagliacci una representación maravillosa. Hay mucho más por decir en su favor. Pagliacci logra mostrar, con una soberana sustancia emocional y retórica, la ficción que nos abarca. A todos nos gusta llevar un personaje. Lo vestimos, alimentamos y recordamos. Lo abrazamos y, no pocas veces, lo odiamos. Creemos en las normas, en los grupos, las identidades y los deberes.

En pocas palabras, Pagliacci nos muestra al payaso que todos somos (y no meramente al que llevamos dentro). Pagliacci logra maravillosamente cerrar el círculo intensional para terminar en el núcleo mismo de lo que separa a los humanos de los demás animales: vivimos, casi siempre, en el mundo de nuestra imaginación.

Una representación tan maravillosa no podría cerrar sin una recomendación. La tentación es demasiado fuerte y Leoncavallo cae. Pero, aún en este punto, lo hace de manera elegante, por no decir correcta. Si nuestra ficción se vuelve una tragedia lo más que uno puede hacer, corrijo, lo que uno debe hacer es reconocer su propio carácter. No somos hombres. Somos payasos.

(El mejor sonido, pero...)


Eppur… é d’ uopo… sforzati!
Bah! Sei tu forse un uom!
Tu sei Pagliaccio!
Vesti la giubba e la faccia infarina.
La gente paga e rider vuole qua.
E se Arlecchin t’invola Colombina,
Ridi Pagliaccio, e ognum applaudirá!
Tramuta in lazzi lo spasmo ed il pianto;
In una smorfia il singhiozzo e il dolore…
Ridi Pagliaccio, sul tuo amore infranto!
Ridi del duo! Che t’avvelena il cor!


(Mejor representación con subtítulo)





Postdata: Algunos de los más cercanos creadores de la ópera parecen simplemente no entender la riqueza de la misma. Domingo interpreta el papel principal en “Pagliacci” de Leoncavallo y en “Cavaleria Rusticana” de Mascagni. De la primera ya sabemos. De la segunda cabe decir que es una soberana porquería. No he encontrado mejor manera de destruir la sustancia misma de la ópera: su enorme capacidad de hacer ficción sobre la ficción, sobre la ficción.