Hace casi un mes no escribo. Demasiado trabajo tal vez. Demasiado estrés. Sobre todo, creo, muy poca libertad de movimiento. Mi imaginación se ha enfocado demasiado en otras cosas. He vociferado ya sobre los problemas que aquejan a mi tabla de valores. En ocasiones resulta problemática, situándome en circunstancias ridículas; como caminar tortuosamente a traves del hielo, la nieve, el granizo y la desesperación.
Hace un mes un amigo respondió a mis quejas compartiéndolas. Pero no sólo. En su infinita sabiduría, pluma en mano, se permitió reinterpretar mis errores. Sí, decía, la lista de valores se ha pervertido. Sí, de pronto uno termina por hacer cosas irrelevantes, cosas que, en cuanto uno las alcanza, se evaporan. Pero aún así, al fragor de su nimiedad, esos actos siguen siendo logros. "Son tiros de piedra". Me dijo. Como cuando uno juega con su amigo, junto a un lago si está uno en Ann Arbor (o junto a un proyecto en construcción que nunca dejó de ser proyecto si está uno en la ciudad de México), de pie en la orilla del mundo, a lanzar las piedras lo más lejos posible. Lanzar piedras no cambia al mundo de manera sustancial. No hay efectos mariposa con las piedras. A nadie le preocupan las piedras. Pero mientras jugamos, no hay nada más importante en el mundo que lanzar la piedra más lejos. No importa quién la lance. Lo importante es lanzar. Más lejos. Cada vez más.
Sé también, lo escondí hace un mes pero ahora lo sé, que mis desaparecidos disfrutaban de verme lanzar piedras. La última que tuvieron oportunidad de ver me trajo a Ann Arbor. Pero estas piedras toman tiempo en vuelo. Permanecen años en el aire. El último lanzamiento tomó tres años en caer. Ellos desaparecieron a mitad del vuelo. En el corazón de la parábola. Hoy calló la piedra. La más reciente. Fue un lanzamiento elíptico. Sigo en Ann Arbor. Pero sigue siendo un lanzamiento digno de publicidad. Hoy recibí un mensaje. El Departamento de Filosofía, en voto unánime, decidió promover mi candidatura a doctor.
Va mi candidatura pues, a mis ausentes, a mi amigo, con quien tanto gusto de lanzar piedras, y a Catalina quien pacientemente observó el lanzamiento.
Salud!