Saturday, March 01, 2008

Involucramiento

Estoy sentado, en el comedor de la “Pinckney Community High School”. Es decir, en el comedor de la preparatoria pública de una población desconocida del sureste de Michigan. Es decir, en el comedor de una institución pública de una localidad nimia de un estado en bancarrota, de una federación en recesión. La escuela, sin embargo, no muestra señales de retraso. Sus dimensiones fácilmente sobrepasan las de cualquier Institución Privada de Educación Superior en México. Más grande y con más recursos que uno de los MacDonalds de la UVM o del TEC. Y sigue siendo pública.

Todo esto es resultado de un sistema que, entre otras cosas, invirtió magnánimamente en un mercado en el que ningún otro grupo logró hacerlo: la educación. Siguiendo el moto según el cual todo es negocio sabiéndolo enfocar, este país se encargó de generar el único mercado académico del mundo. Mientras el resto del mundo se preocupa por ganar una posición académica sempiterna, las universidades estadounidenses, como los equipos deportivos, se pelean por contratar a los mejores… Lo que sean.

No sólo. Esta escuelita también es muestra de que Pinckney y sus residentes tienen mucho capital. Lo suficiente para tener una escuelita con pista de hockey, piscina, campo ecuestre, de soccer, de futbol y, no podría faltar, de golf. Lo cual explica por qué estoy aquí. La escuelita también tiene un gran auditorio principal y una sala adjunta (piano incluído) para ensayar. Ergo, es el lugar ideal para tener una competencia de opera. Como en la que ahora mismo participa Catalina. Son las semifinales. Ha montado algunas piezas de opera ligera, incluyendo obras de Léhar.

¿Dije ya que son las semifinales? Estoy nervioso. Lo noto porque comienzo a divagar. Pienso en tontería y media antes de enfrentar el problema en cuestión: ¿debería estar sentado aquí, en el conflictivo y sustancial comedor de la Pinckney Community High, o tronándo dedos a la puerta del auditorio principal de tan controversial y por demás soslayada institución? Huelga decir que uno adquiere compromisos de pareja. Uno está involucrado hasta el cuello. Tiemblo. Temo no poder hacer más. La semifinal no está abierta al público. Veo a Catalina pasar. Va al tocador. ¿La seguiré secretamente hasta el auditorio? Tal vez la puerta trasera no requiera de mucha ilustración.

Estoy intranquilo. Catalina vuelve del tocador. Me besa y abandona en este mar de mesas y sillas que nada dicen y todo callan. Especialmente con respecto a la competencia del día de hoy. Hay algo, no obstante, que alimenta la esperanza. Catalina calló escalón abajo de camino a Pinckney. Casi rompió una pierna. Lo más cercano a la satisfacción de una metáfora premonitoria del espectáculo.

Comienza el canto. Volveré a mi traducción de Lewis para tranquilizar los desvaríos.