Wednesday, January 23, 2008

Recuerdo

Caen diamantes desde el cielo. Es Enero. La nieve es demasiado fina para tocarla. Se intuye su existencia a contraluz. Apenas un poco mayor a un punto. Lo suficiente para alcanzar forma bidimensional. Otras dimensiones son un mito. Cae. Cae. Imperceptiblemente. No se siente. Se escucha. Pero recubre los caminos a plenitud. Cada curva, cada intersección, cada hendidura. Cae un poco más de polvo, más memoria.

Cuando era niño no solía llorar. Estaba orgulloso de mi valentía. Imaginaba a Papá, recibiendo las golpizas ordinarias del Abuelo, resistiendo el llanto para no satisfacer al opresor. Me endurecía. Nunca recibí un solo golpe de Papá. Aprendí a resistir. Resistir. Sandra decía que todo se podía en un día. Su calendario incluía días de hasta setenta y dos horas, semanas de veintiún días y meses de ocho y diez semanas. Todo se podía en un día, nada pasaba de una semana, siempre se terminaba al fin de mes. La vida es larga. Muy larga. A veces toma meses, a veces días. Es difícil de explicar, en realidad. Mamá decía que los hombres de libros eran más interesantes. Yo me escondía tras sus faldas. Todo era más seguro, más tranquilo. Hasta que ella se hartó y me arrojó al ruedo. Tomé los libros y no volví a ver sus faldas. Pero tomé los libros.

Esta nieve de Enero es como la memoria. Se dedica a caer y nada más. No es ella misma sino pátina de algo más. De no haber mundo no habría nieve, sólo nevar. Una caída interminable de copos finos, inmensurables. Es difícil caminarle por encima. Se necesita coordinar la vista con las manos y dejar andar los pies. Escuchar el trasteo de los pasos en la arena. No hay paso seguro sin sonido. Cabe temer al silencio. Le sigue una caída en hielo. Hasta tocar fondo y hacer tierra. Hay dolores insoportables, una fractura o un esguince. Peor aún los interminables. Como la nieve que sigue cayendo, el hielo que sigue cubriendo, el silencio que vuelve a quedar.

Estoy pagando por no llorar de niño. Por mucho que resista. Esta nieve es como la memoria. Cae sin cesar. La vida es larga. Demasiado larga. Como una lenta sucesión de inviernos. La tranquilidad no está en las bibliotecas. Por muchos libros que uno tenga en almacén.

Se ha perdido el mapa.