Thursday, September 06, 2007
Briefly Put
De pronto se me ocurre. Sin pensarlo mucho la certeza es instantánea. Y es que tal parece que la diferencia entre un escritor y un suicida no radica en la temeridad del segundo. Más bien parece radicar en la vanidad, o tal vez la necesidad, del segundo, quien no se suicida simple y llanamente porque lo quiere contar. Ni uno ni otro dejan de asombrarse ante lo increíblemente mal que pueden ir las cosas. Incluso cabe pensar que, una vez hecho el relato, el segundo acompañará al primero. De no ser porque, por corto que sea el plaso, entre vivirla y contarla ya acontecieron más desgracias por relatar, el segundo habría adelantado al primero hace ya algún tiempo.