Es una desgracia completa la vacuidad del hastío. En ocasiones puede llegar a ser fatal. A diferencia de otros estados mentales, como la creencia, el deseo y la pasión, el aburrimiento carece de contenido. No se sabe de qué se aburre. No hay algo en el mundo de lo cual uno se aburra. Por mucho que se diga, por muy maldito que sea el poeta, generar aburrimiento o hastío no es propiedad alguna, de objeto alguno, en mundo alguno. Por mucho que uno desee que así sea, no hay contenidos del hastío. Uno no se aburre acerca de los árboles ni de los mares, tampoco se aburre sobre las novelas, ni con respecto a la fenilketonuria que al aburrimiento, en el lóbulo frontal, habría de controlar. No tampoco es de ello. El aburrimiento no es sobre nada, porque todo, absolutamente todo, es aburrimiento. El hastío es por consiguiente, y en verdad, un estado simpliciter. Uno, simple y llanamente, se aburre.
Lo cual resulta profundamente desagradable para dos tipos de personas. Para las personas sin más, es decir, sin apellidos, que sufren en su humanidad las inclemencias del hastío; pero también para otras, esas sí con apellido, que gustan de creer que la conducta humana se explica a partir de contenidos mentales. Para los primeros, los sin nombre, es una desgracia a secas, sin apellidos por igual. La desgracia consiste en que, a diferencia del miedo, el placer y el deseo, la falta de contenido del hastío se traduce en una falta de soluciones. Piénses, por ejemplo, en los helados. Quien tema, se complazca o desee un helado, sabrá muy bien que evitar o frecuentar. Pero quien se hastía así sin más no sabrá bien qué hacer. De nada le servirá evitar o frecuentar la heladería, ni la zapatería y mucho menos la librería. De lo cual resulta evidente y necesario que cuando no se es sobre algo o acerca de algo, no se tiene solución ni medio alguno. Y si se es problema, se es, entonces, problemón. Punto.
Para los demás, con apellido, como Fodor y amigos, el problema resulta tener apellidos. Es un problema teórico y por tanto fácil de presentar. Si los estados mentales son causas internas de la conducta humana, es porque esos estados internos tienen por contenido algo externo, dando así lugar al movimiento. ¿Qué pasa, sin embargo, con el misterioso hastío? Hacemos muchas cosas por hastío. Este texto es prueba irrefutable de ello. ¿Cómo explicar esta acción a partir de un estado interno sin contenido alguno? “Porque estaba hastiado” es tan buena explicación de “se puso a escribir” como de “se dedicó a pisotear hormigas” o, por qué no, “encontró una infinita pasión por las partículas macroscópicas e incomprendidas que polulan las superficies de los escritorios del mundo los martes a eso de las dieciocho, hora de Greenwich.”
No hay manera de explicar lo que hacemos por hastío. Y aún así todo lo destacado, o casi todo, se ha hecho por hastío. El hastío no es perfecto. Sin duda que también muchas porquerías se han logrado con el hastío. Como ésta que ha logrado llegar a su final.