Mujeres, hormigas y hombres hacen ambientes por igual. Pero no sólo, también son igualmente cosmopolitas. Hay hormigueros por todo el mundo. Quizás más y mejor distribuidos que las ciudades, los pueblos y las chozas. Hormigas, hombres y mujeres también, no se puede negar, son patéticamente frágiles de manera individual. Ningún hormiguero y, por lo tanto, ningún recoveco de cueva alguna de cualquier hormiguero, está hecho por las antenas y mandíbulas de una sola hormiga ni de su contraparte sexual. Igualmente, ni hombres ni mujeres, ni las contrapartes sexuales de esos hombres y mujeres, han hecho esquina alguna, de cuarto alguno, de edificio alguno del mundo. Patéticamente inútiles como individuos. En esto el marcador es parejo. Hombres, mujeres y hormigas son igualmente patéticos.
Aún así, patetismo de por medio, tanto hormigas como mujeres (hombres en menor cantidad) viven en cuartos, tienen recovecos, recelan sus esquinas y hacen y deshacen hormigueros. En proyectos megalómanos seguimos con el marcador en ceros.
Hay, sin embargo, una diferencia de magnitud industrial. Y es que mujeres y hombres, por igual, pero no hormigas, se dedican a concebir tal megalomanía. Esto resulta en una diferencia enorme contra mujeres, hombres y contrapartes (sexuales o no). Pues concebir lo que sea es la mejor manera de no hacerlo. Pasan los días pensando, soñando e imaginando, pero no haciendo. Y es que concebir no les sirve de mucho. Imaginan el proyecto acabado, pero no los pelos y señas necesarios para lograrlo. El resultado es una cantidad de frustración directamente proporcional al número de hombres, mujeres, contrapartes, sexos y asexos capaces de concebir sin hacer, que pueblan el mundo entero. En suma, unos cinco punto nueve billones de infelices. Demasiada. Insoportable. Frustración.
Los hormigueros se hacen de granos de tierra. Los edificios, de arena. Pero la imaginación hace edificios duros, acabados, de concreto cubicular, ergonómico, antropomorfo, comfortiforme, con conexiones de banda ancha y energía eléctrica. Pero el mundo no tiene concreto cubicular comfortiforme. El mundo tiene granos de tierra y cantidades industriales de arena. ¡De nada sirve imaginar sino se tiene la alquimia necesaria para convertir la arena en un chile en nogada, en una bicicleta de acero o en un poema de Fierro¡
De ahí que mi elección, entre humano y hormiga, lleve a las desventajas de no ser hormiga.