Saturday, November 30, 2013

Lo difícil

"Y entonces yo quise decirle, pensé decirle
celebrar qué pero no llegué a tiempo.
El tiempo, como siempre, había llegado
antes que yo."
Caparrós. Comí



Es fácil sobrevivir la muerte de otros. Sólo hace falta estar suficientemente lejos para que no te alcance el huracán que se los lleva. Lo difícil es sobrevivir a uno mismo, una vez que ha desaparecido el huracán.

La gran dificultad resulta siempre de la acumulación de pequeñas complicaciones. Uno comienza por respirar y parece que nada lo impide. Los pulmones siguen en su lugar. También es posible caminar y recorrer mundos. Sin problema. Pero mientras uno respira y camina y recorre, ¿qué sucede con las confianzas, las esperanzas, los reclamos, el cariño, el reflejo, la mirada, la voz, la queja, la guía, la desviación, el gusto y el pesar que uno había aprendido a llevar consigo a todos lados, mientras respiraba y caminaba antes del huracán? ¿A dónde van a parar ahora que no tienen depositarios? ¿Acaso desaparecen? ¿Será que uno se vacía de tanto en tan poco?

Sí y no. En eso radica precisamente la gran dificultad. Hay pesos y espacios que se pierden por siempre. Y uno quisiera pensar que todos desaparecen. Hasta que uno  descubre que los pesos y espacios más presentes nunca se van ni desaparecen, mucho menos se esfuman, ni tampoco empequeñecen. Muy por el contrario, esos pesos y espacios grandes se hacen inmensos abismos que se convierten en infranqueables cercas de dolor, angustia, miedo, ansiedad y furia. Demasiada furia.

Y así uno se vuelve un artista del descontrol, haciendo malabares con espacios y pesos, dirigiendo confianzas y miedos, esperanzas y deseos, dudas y reflejos que no reconoce a personas a las que no corresponden.

Y así uno se va convirtiendo lentamente en algo que desconoce, algo que nunca imaginó, algo que jamás esperó, algo que difícilmente cubre algún sueño infantil, algúna esperanza adolescente. Alguna queja, alguna duda, algún reflejo.

Es fácil sobrevivir la muerte,  basta con respirar y caminar. Para sobrevivir lo demás, quizás, sólo hace falta respirar más, mucho más.