Monday, March 22, 2010

Los Dolores de la Memoria

Recurrentes. Ineludibles. Determinantes. Así son, sin lugar a dudas. Y uno piensa que andar este camino es meramente hacerlo, no recordarlo, dejarlo, ni pensarlo. Y uno piensa que pasar este tiempo será como alejarse del mar. Hacia las montañas. Pero por más que uno piense, por más Cartesiano que uno quisiera al mundo que fuera, la memoria es recurrente, ineludible, determinante.

A veces pienso que está ahí, en mi cabeza, esa caja de Pandora. Ese saturado e incansable archivo que no lleva a buen lugar. Pienso, por ejemplo, que parasita mis vísceras, mis tejidos, emociones, pasiones. Compruebo día con día cómo consume mi energía, cómo se alimenta de mí con su lento e incesante registro. Cada instante, cada frase, cada rostro, cada mirada, cada recuerdo grabado con fuerza, guardado con llave para no perderlo más. Veo, sufro, la falta de control sobre ella. Recomiendo a los que se acercan hablar con cuidado y medir sus palabras. Porque esta caja lo registra todo. Porque estos ojos que ahora no ven lo verán. Porque este torso que ahora no siente sentirá. Porque estas manos que ahora no escriben escribirán.

Porque están, sí que lo están, estos dolores de la memoria. El camino se repite constantemente. El tiempo vuelve a pasar. Desgarrando lentamente mi pecho. Por dentro. Dejando restos de mí en el pavimento. En el viento. Las lágrimas. Los ojos. Las manos. Los pies. No hay quien pueda librarlo. Pienso. Porque la memoria es insaciable. Porque para pensar hace falta sentir y para sentir llorar. Porque duele recordar. Cada minuto. Antes y después. Durante. Recurrentes. Vuelven como un golpe en el rostro. Como un mazo en el abdomen. Como una mirada perdida que nunca verá más.

¿Para qué caminar si el camino no cesa? Si recurre insaciablemente a masticar una vez más. ¿Para qué tener memoria, para qué ser alguien, para qué? Si nunca dejará de volver. ¿Cómo olvidarla en el bolsillo de alguien más? ¿Cómo entregarla a manos llenas, en un profundo abrazo, perderse y ya?

¡Qué pesada la memoria! Y qué dolorosa sin necesidad. ¡Qué manera tan contundente de existir!

Recurrir.