Monday, October 19, 2009

Estornudo Elegante

Todo en París era elegante. Hasta las ganas de ser. Lo que fuere. Descubrí, tal era el exceso, una clave de la elegancia. Corrijo. No estoy tan mal. No descubrí, confirmé, una clave de la elegancia. Tal vez no sea la clave, pero sí que es un elemento necesario. Si fuese Descartes, diría “esencial”. La clave, pues, consiste en encontrar una equilibrada mezcla entre lentitud y coreografía.

"La mezcla se encuentra comenzando por la izquierda: por la lentitud. La elegancia consiste, en este caso, en realizar todo movimiento corporal públicamente observable (los más elegantes no tienen movimientos privados, supongo) con suma tranquilidad. Una continua, mas no exagerada, lentitud. Una manera de imaginar la propuesta consiste en concebirse a uno mismo como prediciendo, paso a paso, describiendo, con detalle, el movimiento que, en paralelo, se lleva a cabo. Si se va a poner uno el saco, por ejemplo, es necesario comenzar por visualizar la mano que habrá de extenderse para alcanzarlo. Luego se concibe el arco que describirá la mano, con saco adjunto, para acercarlo al cuerpo relevante. La visualización ayuda, de esta manera, a eliminar posibles accidentes: evitar todo tipo de obstáculos, sillas, personas, mesas, otros sacos, que podrían interponerse."

"Y así como se visualizó el arco que describió el saco para cumplir con su destino, así, de igual manera, se debe imaginar la coreografía que habrá de desempeñar en su afán por cubrirle a uno las espaldas. Primero una mano, luego la otra. Nunca las dos a la vez. Las hazañas de circo no son elegantes. Las coreografías aceleradas no son apreciables en este sentido. Cabe imaginar el camino que ha de recorrer la mano a través de la manga y hasta qué punto habrá de introducirse el brazo sin que termine por obstaculizar la entrada de su colega, el brazo que resta. Se debe considerar, también, el aspecto de la camisa y sus predecibles cambios de postura conforme el saco va adquiriendo la forma deseada. Hay que lidiar con ello. Un saco bien puesto no permite una camisa demasiado desaliñada. Una que otra arruga, supongo, es razonable esperar. Pero el cuello no puede estar caído. Líneas horizontales paralelas del cuello al último botón. Todo para que el saco permita cortar, en diagonal, el figurín. Todo esto no se podría lograr sin calma. Uno debe imaginar cada roce del saco con la camisa como si el primero diese una caricia al segundo. Hasta las camisas se quejan cuando son maltratadas."

"Así pues, se consigue, con lentitud, coreografía y algo de obsesiva predicción, andar elegantemente por el mundo."

Eso pensaba yo aquél día cuando me disponía a volver a casa para disfrutar de un delicioso Saint Estephe, cuando estornudé. Fue terrible. Sorprendente. Extraño. Predecible. Aunque extraño. No pude evitar la tentación. Terminé por imaginar las posibilidades de un estornudo adecuado. Parisino. Elegante. Un estornudo lento, coreografiado, con predicción y soltura. Imaginé, pues, cómo sería aquella cosa. Comenzar por sentir esa comezón en algún lugar difícil de identificar. Entre la nariz y la garganta, sospecho. Pensar inmediatamente en el movimiento que el obediente cuello habría de seguir . El arco que habría de describir la nariz en su intento por liberarse de tal comezón. Un ligero movimiento de cabeza. Lo suficientemente marcado para hacer notable la distinción entre un estornudo y un poco de tos. Lo suficientemente controlado y lento, sutil pues, para ser elegante. Sin demasiada exageración. Un estornudo tranquilo, un estornudo que se entrega a sí mismo, a su arco de movimiento, a su bóveda sonora.

Pero no pude, honestamente, no pude. La idea misma de controlar el estornudo me llevó a comportarme de manera absolutamente desfachatada: como resulta regularmente cuando uno intenta, por respeto quizás o por vergüenza, contener su estornudo. Después de un tiempo el estornudo habrá de encontrar su salida. Tan irreparable es su voluntad. Y así lo es, en general, con estornudos. Son, digamos, predeciblemente incontrolables. Un estornudo coreografiado es una farsa. Y un estornudo real no logra ser coreografiado.

Es triste saber, en realidad, que por pura fisiología uno no logrará nunca ser plenamente elegante. Insto a los cirujanos plásticos a que busquen alguna manera de modificar nuestro imperfecto aparato respiratorio. Si pudiesen eliminar los estornudos del todo, sería mejor. Así podríamos limitarnos al ejercicio de la elegancia con los estornudos fingidos. Todos pretendiendo que son de verdad.

¡Supongo!