Monday, January 05, 2015

Belgrano R, Buenos Aires, diciembre 28,  2014.

Esa música

Una vez más escucho esa música que escuchaba mamá que escuchaba yo y que encontré en una casa detenida en el tiempo, exhibida como una muestra en un museo, a la que nunca más pude volver. Es mi última noche en esta otra casa en donde nunca había escuchado esa música que escuchaba mamá que escuchaba yo. Lejos, muy lejos. Ocho años después y a ocho mil kilómetros de distancia, mi corazón se vuelve a detener en la misma orilla. La observo, con interés y felicidad, con coraje y confianza, con fuerza y motivación, pero también con miedo y tristeza, con temor. Ocho años después puedo al final volver a entrar a una familia. Me encuentro amando y siendo amado. Me encuentro abierto y dispuesto. Ocho mil kilómetros. Los cuento y uno por uno. Ocho mil. Son un justo precio para permitirme lo impersimible. Mañana me voy otra vez. Exactamente igual que hace ocho años. El norte es mi destino. El trabajo me espera. El corazón se detiene. El sur me seguirá esperando. Un vuelo más. Nunca, jamás, pensé que habría tantos. Algunos más que demasiados. El insomnio, inevitablemente, se apodera de mi memoria. O quizás, mejor dicho, mi memoria se apodera de mi cuerpo y a eso le llamo insomnio. Mañana me voy otra vez y no puedo sino temer que todo vuelva a suceder. Que todos se desvanezcan en el tiempo y sólo queden ahí, doliendo en el recuerdo. Decir que no puedo dormir sería errar la descripción por la mínima. No debo dormir. No voy a dormir.  Enfrentaré con calma mi más profundo terror y atestiguaré con todos mis sentidos la verdad más simple: la gente no desvanece así sin más, de un día al otro. Esperaré a que el sol salga y que sigan pasando las horas. Con ellas vendran las voces, los mensajes, las preguntas. Evidencia todos de esa simple verdad. Con eso basta. Con eso ha de bastar para calmar a un corazón supersticioso, un corazón que ha sido obligado a aceptar lo incomprensible. Con eso, tan simple, ha de bastar. Hasta que se acaben todos los vuelos. Bastará.

Saturday, January 03, 2015

El olvido: el consuelo de no haber sido

Aquí. Hoy.

Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y que no veremos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y del término, la caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte y las endechas.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquél hombre
que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo
esta meditación es un consuelo.

J.L.B.